Creo que más o menos hemos hablado de todos los conceptos ecuestres de importancia en la doma de un caballo, sin perjuicio de que hayamos cometido alguna omisión involuntaria con alguno, lo cual sería por mera distracción. Sin embargo, para darle una vualta de tuerca al tema y reavivar le interés por el mismo y de ese modo evitar que se pierda en las profundidades de este foro, podríamos pasar a comentar el tema de las ayudas a caballo.
De todo lo que hemos hablado anteriormente lo hemo hecho partiendo de la base de la existencia de una comunicación entre el hombre y el caballo. Pero como todos saben la comunicación no es posible si no utilizan ambos participiantes en ella un codigo comun, es decir, un lenguaje. Las ayudas son el lenguaje que nos permite transmitir nuestro deseos al animal y, por tanto, debemos tanto aprenderlo nosotros, como enseñarlo al caballo. Y de hecho es un lenguaje estandarizado a grandes rasgos, de manera que sirve para casi cualquier caballo y cualquier jinete de forma general. No obstante, a un nivel más concreto, no es otra cosa que una comunicación y, por tanto, se hace necesaria la individualización de las ayudas con respecto a cada caballo, por parte de cada jinete, lo cual redundará en mayor riqueza de matices a la hora de comunicarnos con nuestra montura.
Así, consecuentemente con lo anterior, la intensidad de las ayudas debemos variarla de acuerdo con la personalidad y sensibilidad del caballo, pues lo que en un animal sería una ayuda, en otro puede convertirse en una corrección. De hecho, hay que destacar que la intensidad en la aplicación de las ayudas marca la diferencia entre la ayuda y la corrección, o incluso el castigo desproporcionado.
La fuerza sin sensibilidad es agresión.
De ahí que el jinete deba desarrollar una sensibilidad acorde con lo que está haciendo en cada momento y concorde con lo que su caballo siente o es capaz de sentir. No debemos caer en el error de desensibilizar al caballo para que se acostumbre a nuestras ayudas, sino aplicar éstas en su medida justa para no provocar una reacción indeseable. Esto no quiere decir que pèrmitamos que se evada del trabajo que le exigimos, sino que si el caballo obedece y trabaja bien con una ligera presión de la pierna, por ejemplo, no intentemos que se adapte a la presión que haríamos con otro caballo para nuestra comodidad, sino que aceptemos su gran sensibilidad, con lo que ello tiene de ventajoso, y nos adaptemos a la misma.
Una vez hablado de ello podríamos pasar a enumerar las distintas ayudas que usamos montados diferenciando las naturales y las artificiales estando entre las primeras el asiento, las piernas, la voz y las manos; y entre las segundas, la vara y las espuelas.