Lydia, te invito a leer el siguiente articulo, despues, si lo crees oportuno, te invito a que rectifiques el tuyo con respecto a los japoneses.
Y otra cosa, no vais a poder estar siempre arropad@s por la poca edad, para emitir opiniones , que creo que solamente estan efectuadas para crear polemica y triste protagonismo a quienes la efectuan.
En la pelicula "bambi" de Walt Disney, el conejito tambor, a una pregunta de su madre, le responde " Si no has de decir, nada bueno, mejor no digas nada.
Como decia Forres Gum, "eso es todo lo que tengo que decir,y no dire una palabra más sobre el asunto".
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Periodista/Opinión - Desde hace años que nadie se cree ese argumento japonés de la matanza de ballenas con "fines científicos", de hecho quien está dando la cara ante esta absurda postura no es un biólogo japonés sino Ud., que es nada menos que el encargado de negocios de la embajada de Japón. Es de conocimiento general el por qué Japón sale a matar ballenas en la Antártida y el motivo está directamente ligado con el mercado japonés. Japón, durante años, ha creado una inmensa flota ballenera y si hoy dejara de matar ballenas tendría un serio problema económico ya que dejaría sin trabajo a un número elevado de trabajadores de esa flota y, sencillamente, no sabría qué hacer con los barcos. Por otro lado el mercado japonés está ávido de carne de ballena para llevar a la mesa de sus compatriotas o sea que no nos creemos y nunca nos creímos la matanza con fines científicos.
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Si bién es correcto que la CBI en uno de sus artículos permite a los estados miembros cazar ballenas con fines científicos, este artículo no fija límites al número de ballenas a cazar. Japón aprovecha para cazar anualment 440 ballenas minke en la Antártida, y 100 en el Pacífico Norte, no hay dudas de que no es necesario matar mas de 540 ballenas (el 10 % están preñadas) con ningun fin científico. La carne de estas ballenas termina en el plato de lujosos restaurantes de Japón.
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Si pudiéramos imaginar lo que sentiríamos al tener tres arpones explosivos en el estómago, luego ser arrastrados dejando atrás un río de nuestra propia sangre sobre una plataforma al final de la cual nos esperan carniceros listos para descuartizarnos. Si fuésemos capaces de imaginar eso, podríamos tener una mínima idea de lo que le pasa a una ballena que cae víctima de los métodos de caza de los balleneros modernos. Los mismos arponeros sostienen que si las ballenas pudiesen gritar, la industria cesaría porque ninguna persona sería capaz de soportarlo.
El Dr Harry D. Lillie describió en 1946 al volver de una expedición ballenera a la Antártida en la cual era el científico de a bordo, que las ballenas eran asesinadas usando arpones con granadas explosivas. Aún hoy el uso de arpones con cabeza explosiva sigue siendo el método principal para matar a las ballenas y los explosivos más modernos que se utilizan en la actualidad no son menos inhumanos que los utilizados por los balleneros durante la expedición que tanto hororizó al Dr. Lillie.
En 1980 la Comisión Ballenera Internacional [CBI] llevó a cabo un Workshop para analizar métodos de matanza más humanitarios, definiendo de la siguiente manera el concepto de la matanza humanitaria de un animal: "provocar su muerte sin causarle dolor, stress o angustia perceptible." Existe suficiente evidencia para demostrar que, bajo ese criterio, todas las matanzas balleneras son completamente inhumanas.
Antes de ser arponeadas, las ballenas tienen que soportar un altísimo grado de stress, sumado al hecho de quedar exhaustas por las largas persecusiones.
Incluso para el arponero más experimentado es extremadamente difícil acertarle a un blanco móvil desde una alta plataforma que se mueve entre las olas.
Aunque se logre un "impacto directo", datos procedentes del Gobierno Japonés sugieren que la pentrita (el tipo explosivo utilizado en los arpones de cabeza explosiva) sólo detona en menos del 50% de las ballenas impactadas. Por otra parte, algunos de los arpones detonan antes de lograr atravesar el cuerpo de las ballenas, causando terribles heridas al animal sin matarlo.
Según se desprende de informes enviados a la CBI, parece que los balleneros japoneses sólo matan instantáneamente al 30% de las ballenas arponeadas y el 70% restante quedan heridas pero no muertas, lo que requiere que sean rematadas. En el caso de los balleneros noruegos, se considera que el 60% de las ballenas resulta muertas en forma instantánea y el 40% con serveras heridas.
En las expediciones de caza "científica", algunos arponeros japoneses evitan hacer impacto en la cabeza de las ballenas, prolongando por lo tanto la agonía que precede a la muerte. El hecho de evitar arponear al animal en la cabeza tiene una explicación: la cabeza explosiva podría dañar la bulla timpánica, un hueso del oído que en las ballenas puede proveer información acerca de la edad del animal.
Lo que resulta terrible es que, a diferencia de otros animales, los mamíferos buceadores están adaptados para que su cerebro siga recibiendo sangre a pesar de que el resto del cuerpo no la reciba. Esto implicaría que una ballena puede seguir estando conciente a pesar de que su cuerpo no se mueva y aparente estar muerta. A diferencia de otros mamíferos la respiración de los cetáceos es voluntaria, por ende y a pesar de que se encuentre herido, mientras el animal siga respirando está despierto y conciente y, en consecuencia, sufriendo potenciales niveles de dolor y stress.
¿Qué pasa con las ballenas que no murieron en el acto?
Las ballenas heridas son arrastradas a la embarcación aunque siguen vivas. A continuación se describen algunos de los métodos utilizados para "rematarlas"
Se las arponea nuevamente y cuantas veces sea necesario con arpones no-explosivos.
Se les dispara con rifles, requiriéndose un promedio de 3 balas para rematar a cada ballena y en algunos casos hasta 9 balazos (de acuerdo a reportes de balleneros noruegos)
Son apuñaladas con lanzas eléctricas y electrocutadas. Este método era utilizado principalmente por los balleneros japoneses, que ahora lo están cambiando por el uso de rifles.
Respecto a la electrocución con lanzas, un informe describiendo el procedimiento fue remitido a la CBI en el año 1996. ³La ballena es empujada hacia la embarcación cazadora donde se le insertan dos electrodos (lanzas eléctricas), atravesando la grasa para clavarse en el tejido muscular: una de las lanzas se clava frente al corazón y otra detrás de éste. Para matar a la ballena, se envía corriente alterna entre ambos electrodos. Lo que mata al animal es probablemente la fibrilación del corazón que provoca un paro circulatorio. Cuando la corriente es enviada, el cuerpo de la ballena presenta contracciones musculares convulsivas. La duración de cada envío de corriente es de aproximadamente 10 segundos, de acuerdo al reporte. (Walløe, IWC 48/WK 2, p. 3).
Tanto en las operaciones balleneras noruegas como japonesas, pasan más de 6 minutos hasta que el 50% de las ballenas mueran. La otra mitad de las ballenas cazadas padecen una muerte lenta que sobrepasa de lejos los 6 minutos.
Algunas veces, las ballenas heridas logran quebrar el arpón y escapar. Algunas de ellas son recapturadas y otras mueren más tarde a causa de las heridas. Un paper presentado al Comité Científico de la CBI durante 1996, relata el caso de dos ballenas que fueron arponeadas, pudieron escapar y fueron arponeadas nuevamente. Sobrevivieron durante 96 y 130 minutos respectivamente después de recibir el impacto del primer arpón. (Walløe, IWC 48/WK 2, p. 3).
La industria ballenera buscó durante décadas un método para que la matanza de las ballenas fuese más "humanitaria", pero también para que fuera más efectiva, es decir para aumentar la velocidad en la matanza de ballenas. Recientemente, Japón anunció que equipará sus barcos con arpones de 90 libras que impactarán en las ballenas a 35 pies por segundo (38,5 km/h), penetrando mucho más profundamente en el cuerpo del animal antes de que la granada explote.
Los escasos ejemplos que les proveemos en este artículo, bastan para que podamos asegurar que las matanzas balleneras son tremendamente inhumanas.
Caza "científica": ¡ es necesaria o es una excusa?
Japón realiza la mayor parte de su caza científica en el Santuario del Hemisferio Sur, que fue designado por la CBI en 1994 como un área en donde la caza de ballenas está prohibida. 23 países Miembros de la Comisión votaron a favor de la implementación del Santuario Austral, sólo Japón votó en contra. Esta zona es para muchas ballenas un área de alimentación.
La carne, grasa y subproductos obtenidos de las capturas "científicas" se venden en comercios japoneses. Recientes estudios de ADN llevados a cabo por IFAW (International Fund for Animal Welfare) revelaron que entre los cortes vendidos como "kujira" (ballena) se encontraban especies protegidas como ballenas Jorobadas, Cachalotes, ballenas Sei, Grises, Fin, de Bryde e incluso de orcas y delfines. Lo único que hace la caza científica japonesa es mantener en vigencia la comercialización de ballenas, a pesar que está prohibida por la CBI.
En mayo de 2000, Japón extendió su programa "científico" a cachalotes y ballenas de Bryde que son mucho más grandes que las Minke y obviamente más redituables. De acuerdo a lo expresado por el Ministro de Pesca del Reino Unido Elliot Morley, "esto es un acto de desafío a la opinión internacional que merece recibir la condena mundial"
La Comisión Ballenera Internacional no necesita información obtenida de la matanza de ballenas y sus directivos han declarado que la información científica de los balleneros japoneses "no es requerida para el manejo". El comercio de carne y grasa de las ballenas cazadas con una excusa científica es sólo una pantalla para la venta de especies protegidas en el mercado japonés.
Bajo el argumento de "captura con fines científicos" y con permisos extendidos por el gobierno de Japón, pescadores locales llevan a cabo también capturas vivas de orcas. Las presas de estas capturas "cientificas" son vendidas a oceanarios japoneses a u$s 250.000 cada una. En el caso de las orcas, en los últimos años los japoneses encuentran más redituable venderlas a los acuarios que a los supermercados.
Gabriela Bellazi - Fundación Tierra Salvaje
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Saludos
Antonio Sánchez
Murcia