¡Vuelta al ruedo para mi caballo!
Después de tantos años viviendo el caballo como si de una segunda piel se tratara, aún no puedo evitar estremecerme cada vez que me sorprendo recordando momentos cómplices llenos de duende.
¡Déjame sentir así por siempre...! -le rogaba a Dios, escondidito entre nubecillas rosas, allá por el horizonte de este recién estrenado otoño que tanto me seduce cada atardecer.
Dominó se deja amar, a sabiendas de mi embeleso, coquetea, presumido, consentido, dejándome sentir un universo de sensaciones cada vez que, juntos, desafiamos el tiempo, a galope, bajo un cielo azúl lleno de luz...
La otra tarde, Dominó transitaba, altivo, como siempre, sabiendose hermoso, sintiéndose poderoso.
Bailó para mí, regalándome su fabuloso y elegante passage,...al galope después, retomando otra vez la pista de baile, como deslizándose en silencio...
Yo sentí que me elevaba,...todo se me antojaba tan pequeño a mis pies, a los pies de mi caballo soñador...y le dediqué un poema en el aire, glorificando tamaño instante de gozo y deleite.
Un amigo contemplaba, desde un rincón, la escena y exclamó: ¡Da gusto verte tan feliz!
Yo sonreí, complacida, acariciando el cuello de Dominó y murmuré: Sólo deseo seguir sintiendo así por siempre...
Un saludo a todos.
Gabino: ¡Bienvenido!