Una historia como otra cualquiera o en todos lados “cuecen habas"
.... No recuerdo mi nacimiento, lógico, mis primeros recuerdos son de un establo oscuro, con mi madre a mi lado, era una yegua torda, grande, creo que tenia tres sangres, como dicen los humanos, mi padre, según me contó ella, era un caballo holandés, color castaño, muy grande también, no les dieron tiempo a conocerse, lo llevaron un día al establo, la montó y se lo llevaron al día siguiente...
... Con mi madre me dejaron poco tiempo, ella tenia que seguir trayendo al mundo valiosos ejemplares para la competición y no podía estar constantemente pendiente de mí.
... De mis primeros seis meses de vida solo recuerdo aquel establo oscuro, y los pocos ratos que un humano (luego supe como eran.....) me sacaba a tomar el sol, a que sus hijos jugaran conmigo. De esos breves momentos al aire libre, recuerdo que estaba en algo que luego sabría que es un “club hípico”, junto a una gran ciudad, lleno de pequeños establos como el mío, en cada establo, había un caballo, unos jóvenes, otros viejos, todos con sus manías, sus tristezas... por las noches me contaban de sus viejas glorias, de sus sufrimientos, de sus viajes, y de algo que debía ser horrible, un sitio terrible, que ellos llamaban “la pista”, donde les hacían repetir hasta la saciedad ejercicios raros, saltos tremendos, galopadas que no llevaban a ningún sitio.... otros, los mas viejos, hablaban de un lugar mítico, casi un paraíso, que llamaban “el campo”, lo añoraban, soñaban con él, y al hacerlo se deprimían y lloraban.
Así fueron transcurriendo mis primeros meses de vida, mis primeros años..... eso sí, estaba gordo, me daban de comer 5 veces al día, pienso, heno, y de vez en cuando me daban unos polvos que hacían que me pusiera muy nervioso y no pudiera estarme quieto, y que además me daban mas ganas de comer....
El día que cumplí los dos años, vino a mi cuadra un humano, me puso una cosa en mi cabeza, como unas cuerdas, y otra especie de cuerda que me apretaba los pulmones..... me los puso, los apretó y se fue.... me dejó así durante tres días...... ¡cielos como molestaba aquello!... al cabo de ese tiempo, volvió, llevaba una cosa en las manos, parecía una larga vara, con una cuerda al final... y cogiéndome de aquello que me había puesto en la cabeza, me llevo a un sitio, con suelo de arena, luego supe que aquello era lo que mis mayores llamaban “la pista”, que ese hombre era “el profesor”... aunque todavía no intuía cual seria mi destino.
De pronto, movió aquello que llevaba en las manos, el ruido que hizo me asustó, salí corriendo, pero no podía escapar, aquello que había puesto en mi cabeza me hacia girar en torno a él, y eso me asustaba mas todavía, tampoco podía respirar bien, el otro chisme que llevaba puesto me apretaba y no me dejaba... Así me tuvo durante algún tiempo, hasta que agotado, paraba de correr, entonces volvía a usar aquello... lo hacia sonar, algunas veces me golpeaba con su punta... y vuelta a intentar escapar sin conseguirlo...
Así comenzó una rutina diaria... de pronto un día, cuando ya me dolían mucho mis pies y manos porque la arena de la pista se había ido comiendo poco a poco mis cascos, entro el profesor en mi establo, hizo una cosa muy rara, la sensación fue como si un tábano me hubiera picado, pero después me entró sueño... cuando estaba medio dormido, me sacó fuera de mi establo, y me dejo atado a una argolla, entonces, otro humano, que yo había visto de vez en cuando, se dedicó a coger mis manos, mis pies... y me puso mis primeras herraduras..... con aquello, ya no me dolían tanto los cascos... pero tuve que volver a aprender a andar, si pisaba en falso, me resbalaba.....
Ese día no fui a la pista... el profesor me devolvió a mi oscuro establo...
A todo esto, yo no había vuelto a ver a mi amo, ni a sus hijos, ya no venían a jugar conmigo...
El día siguiente, algo cambió, en vez del cinchuelo que me ponía en mi pecho y dorso, me colocaron una cosa que luego supe que se llamaba montura, me venia grande, me bailaba aunque estuviera tan apretada la cincha que seguía sin poder respirar..... supongo que era la que tenían para todos los caballos, olía a ellos... El profesor, me llevo a la pista y me hizo dar dos vueltas, después, me metió una cosa en la boca y la sujetó a las correas de la cabezada, también puso otras correas que luego supe que se llamaban riendas alemanas, que impedían que pudiera levantar la cabeza... y con todas aquellas cosas raras que me había puesto, me hizo dar otras dos vueltas a la pista..... de pronto, me da un tirón de la cuerda que me unía a él y me hace parar (para entonces, yo ya sabia cuando había que parar, que andar, que trotar, que galopar...) Una vez parado, le da la cuerda a uno de sus ayudantes... y viene hacia mí. Yo creía que me haría alguna caricia, lo estaba haciendo a su gusto..., pero no, lo noto dar una especie de salto, y de pronto lo siento sentado sobre mi, intento protestar, brincando, pero cuanto mas brinco, aquello que habían puesto dentro de mi boca me hace mas daño... Así estuvo durante mas de dos horas, cuando acabó, ni una mala caricia, ni un mal gesto de alivio, solo a quitarme aquellos chismes y de vuelta a mi oscuridad...
Van transcurriendo los días, ahora no me tenia atado al centro de la pista, me llevaba suelto, para acá, para allá, sentado sobre mí, me hincaba cosas en mis costados, y me tiraba de las riendas, al hacerlo, aquello que tenia dentro de mi boca me hacia ver las estrellas... poco a poco, fui aprendiendo a hacer lo que yo creía que mi profesor quería... cuando lo hacia bien no pasaba nada, y me pedía hacer otras cosas, cuando no lo hacia a su gusto, se bajaba de un salto, me sujetaba fuertemente de la boca y con una varita muy fina que llevaba, me daba golpes, golpes dolorosos, muchos golpes, alguna vez llego a partir aquella varita en mi grupa....... después volvía a subirse y continuaba pidiéndome cosas... así un día tras otro, yo lo miraba, pero nunca lo veía contento, siempre tan serio, tan profesional... ¡y mira que intentaba hacer lo que él quería!
Otra mañana, le escuche por fin una frase dirigida a mí... “hoy te vas a enterar, se te han acabado los genios”... yo creí que aquello era bueno, pero me equivocaba de nuevo... me volvieron a pinchar y de nuevo aquel sueño tan tonto me entraba...... pero esta vez, si que me dejaron dormir... cuando por fin me desperté un terrible dolor me invadía en mi vientre, casi no podía moverme... y miré..... me habían castrado... en fin, pensé yo, si mi profesor lo ha decidido así, será por algo... Los días siguientes a la operación, no me pusieron la montura, me sacaba uno de los ayudantes de mi profesor, me sacaba a la pista, y me hacia andar, horas andando... poco a poco, el dolor se me pasó... y volvimos al trabajo...
.... No recuerdo mi nacimiento, lógico, mis primeros recuerdos son de un establo oscuro, con mi madre a mi lado, era una yegua torda, grande, creo que tenia tres sangres, como dicen los humanos, mi padre, según me contó ella, era un caballo holandés, color castaño, muy grande también, no les dieron tiempo a conocerse, lo llevaron un día al establo, la montó y se lo llevaron al día siguiente...
... Con mi madre me dejaron poco tiempo, ella tenia que seguir trayendo al mundo valiosos ejemplares para la competición y no podía estar constantemente pendiente de mí.
... De mis primeros seis meses de vida solo recuerdo aquel establo oscuro, y los pocos ratos que un humano (luego supe como eran.....) me sacaba a tomar el sol, a que sus hijos jugaran conmigo. De esos breves momentos al aire libre, recuerdo que estaba en algo que luego sabría que es un “club hípico”, junto a una gran ciudad, lleno de pequeños establos como el mío, en cada establo, había un caballo, unos jóvenes, otros viejos, todos con sus manías, sus tristezas... por las noches me contaban de sus viejas glorias, de sus sufrimientos, de sus viajes, y de algo que debía ser horrible, un sitio terrible, que ellos llamaban “la pista”, donde les hacían repetir hasta la saciedad ejercicios raros, saltos tremendos, galopadas que no llevaban a ningún sitio.... otros, los mas viejos, hablaban de un lugar mítico, casi un paraíso, que llamaban “el campo”, lo añoraban, soñaban con él, y al hacerlo se deprimían y lloraban.
Así fueron transcurriendo mis primeros meses de vida, mis primeros años..... eso sí, estaba gordo, me daban de comer 5 veces al día, pienso, heno, y de vez en cuando me daban unos polvos que hacían que me pusiera muy nervioso y no pudiera estarme quieto, y que además me daban mas ganas de comer....
El día que cumplí los dos años, vino a mi cuadra un humano, me puso una cosa en mi cabeza, como unas cuerdas, y otra especie de cuerda que me apretaba los pulmones..... me los puso, los apretó y se fue.... me dejó así durante tres días...... ¡cielos como molestaba aquello!... al cabo de ese tiempo, volvió, llevaba una cosa en las manos, parecía una larga vara, con una cuerda al final... y cogiéndome de aquello que me había puesto en la cabeza, me llevo a un sitio, con suelo de arena, luego supe que aquello era lo que mis mayores llamaban “la pista”, que ese hombre era “el profesor”... aunque todavía no intuía cual seria mi destino.
De pronto, movió aquello que llevaba en las manos, el ruido que hizo me asustó, salí corriendo, pero no podía escapar, aquello que había puesto en mi cabeza me hacia girar en torno a él, y eso me asustaba mas todavía, tampoco podía respirar bien, el otro chisme que llevaba puesto me apretaba y no me dejaba... Así me tuvo durante algún tiempo, hasta que agotado, paraba de correr, entonces volvía a usar aquello... lo hacia sonar, algunas veces me golpeaba con su punta... y vuelta a intentar escapar sin conseguirlo...
Así comenzó una rutina diaria... de pronto un día, cuando ya me dolían mucho mis pies y manos porque la arena de la pista se había ido comiendo poco a poco mis cascos, entro el profesor en mi establo, hizo una cosa muy rara, la sensación fue como si un tábano me hubiera picado, pero después me entró sueño... cuando estaba medio dormido, me sacó fuera de mi establo, y me dejo atado a una argolla, entonces, otro humano, que yo había visto de vez en cuando, se dedicó a coger mis manos, mis pies... y me puso mis primeras herraduras..... con aquello, ya no me dolían tanto los cascos... pero tuve que volver a aprender a andar, si pisaba en falso, me resbalaba.....
Ese día no fui a la pista... el profesor me devolvió a mi oscuro establo...
A todo esto, yo no había vuelto a ver a mi amo, ni a sus hijos, ya no venían a jugar conmigo...
El día siguiente, algo cambió, en vez del cinchuelo que me ponía en mi pecho y dorso, me colocaron una cosa que luego supe que se llamaba montura, me venia grande, me bailaba aunque estuviera tan apretada la cincha que seguía sin poder respirar..... supongo que era la que tenían para todos los caballos, olía a ellos... El profesor, me llevo a la pista y me hizo dar dos vueltas, después, me metió una cosa en la boca y la sujetó a las correas de la cabezada, también puso otras correas que luego supe que se llamaban riendas alemanas, que impedían que pudiera levantar la cabeza... y con todas aquellas cosas raras que me había puesto, me hizo dar otras dos vueltas a la pista..... de pronto, me da un tirón de la cuerda que me unía a él y me hace parar (para entonces, yo ya sabia cuando había que parar, que andar, que trotar, que galopar...) Una vez parado, le da la cuerda a uno de sus ayudantes... y viene hacia mí. Yo creía que me haría alguna caricia, lo estaba haciendo a su gusto..., pero no, lo noto dar una especie de salto, y de pronto lo siento sentado sobre mi, intento protestar, brincando, pero cuanto mas brinco, aquello que habían puesto dentro de mi boca me hace mas daño... Así estuvo durante mas de dos horas, cuando acabó, ni una mala caricia, ni un mal gesto de alivio, solo a quitarme aquellos chismes y de vuelta a mi oscuridad...
Van transcurriendo los días, ahora no me tenia atado al centro de la pista, me llevaba suelto, para acá, para allá, sentado sobre mí, me hincaba cosas en mis costados, y me tiraba de las riendas, al hacerlo, aquello que tenia dentro de mi boca me hacia ver las estrellas... poco a poco, fui aprendiendo a hacer lo que yo creía que mi profesor quería... cuando lo hacia bien no pasaba nada, y me pedía hacer otras cosas, cuando no lo hacia a su gusto, se bajaba de un salto, me sujetaba fuertemente de la boca y con una varita muy fina que llevaba, me daba golpes, golpes dolorosos, muchos golpes, alguna vez llego a partir aquella varita en mi grupa....... después volvía a subirse y continuaba pidiéndome cosas... así un día tras otro, yo lo miraba, pero nunca lo veía contento, siempre tan serio, tan profesional... ¡y mira que intentaba hacer lo que él quería!
Otra mañana, le escuche por fin una frase dirigida a mí... “hoy te vas a enterar, se te han acabado los genios”... yo creí que aquello era bueno, pero me equivocaba de nuevo... me volvieron a pinchar y de nuevo aquel sueño tan tonto me entraba...... pero esta vez, si que me dejaron dormir... cuando por fin me desperté un terrible dolor me invadía en mi vientre, casi no podía moverme... y miré..... me habían castrado... en fin, pensé yo, si mi profesor lo ha decidido así, será por algo... Los días siguientes a la operación, no me pusieron la montura, me sacaba uno de los ayudantes de mi profesor, me sacaba a la pista, y me hacia andar, horas andando... poco a poco, el dolor se me pasó... y volvimos al trabajo...