Es obvio que la doma es una disciplina proclive a la mayor subjetividad, tanto en jueces como a espectadores se refiere. Influyen modas, casta, fama, gustos y simpatías.
Aún así, todos sabemos que de eso se trata, y la veteranía de todos estos binomios de élite, obliga a una actuación profesional, no sólo en las pista de doma, sino también entre bastidores, puesto que de su impecable actitud y modos depende la imagen de un país, de un estilo y de una raza.
Por supuesto, no hablemos ya del márketing, indispensable en un evento de tal calibre.
Es por tanto comprensible esperar de todos ellos un extremo cuidado en su conducta pública.
Considero que, del mismo modo que existe una complicidad extrema (o así debería ser) entre caballo y jinete, a efectos de poder conseguir el máximo rendimiento de ambos, también existe una intimidad en lo que a cuidados y arrumacos se refiere.
Existen prioridades.
No creo justo juzgar a un jinete por haber exteriorizado sus emociones, puesto que es una manera de llevar con orgullo sus orígenes y de mostrárselos al mundo.
No en vano, y gracias a Invasor, medio mundo es conocedor actualmente del PRE y de sus grandes posibilidades.
Su originalidad, es gran parte de su encanto.
Demuestra que el arte, una vez dominada la técnica, es lo único que te identifica y deja secuelas. Además,...¿queréis más sutileza de "ayudas" que las verbales?,...¿No es ese el summum de la complicidad entre animal y hombre? (que lo admita o no un juez, descontando alguna décima, es lo de menos, desde mi punto de vista).
Personalmente, considero que dice muy poco de un jinete que se suponga valore a su caballo (sea o no de su propiedad) que pretenda de él una impecable ejecución aún a sabiendas de su importante deterioro físico y, por consiguiente, de su sufrimiento?
Muchos de ellos declaran públicamente amar a sus caballos, aunque, por supuesto, la realidad no suele ser coherente con esas afirmaciones, puesto que no sacrifican un campeonato, por muy desaconsejable que sea para la recuperación de su estado de salud (imagino que sabeis a quienes me refiero, porque no voy a hacer alusiones personales). Una actitud digna y elegante en tales casos puede ser el retirarlos de la competición y proporcionarles otra vía, invirtiendo esfuerzos en subir otros ejemplares más jóvenes.
(¡eso sí es ser un gran profesional!)
Desafortunadamente, no es oro todo lo que reluce.
Un saludo.