Rincón Literario Vaquero

fogonero

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11 Septiembre 2005
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GARROCHISTAS

I
Mi caballo se ha cansado.
Mi caballo el marismeño,
que no le teme a los toros
ni a los jinetes de acero.
Por la madrugada,
música de esquila y espuelas,
garrochas cruzadas.

II
Ya mis cabestros pasaron
por el puente de Triana,
seis toros negros en medio
y mi novia en la ventana.
¡Puente de Triana,
yo he visto un lucero muerto
que se lo llevaba el agua!

III
La corrida del domingo
no se encierra sin mi jaca.
Mi jaca la marismeña,
que por piernas tiene alas.
Venta vieja de Eritaña,
la cola de mi caballo
dos toros negros peinaban...

IV
¡Islas del Guadalquivir!
¡Dónde se fueron los moros,
que no se quisieron ir!...
En el espejo del agua
yo reparo en los andares
salerosos de mi jaca.
Luces de Sevilla
faro de los garrochistas
que anochecen en la Isla.

V
En las salinas del puerto
se encarga a los salineros
las garrochas de majagua
que gastan los mozos buenos.
Si no se me parte el palo,
aquel torillo berrendo
no me hiere a mi el caballo.

(Fernando Villalón)

Un Saludo
Antonio
 
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¿Quien no conoce, estos pasajes poéticos vaquerosos?

Pero lo verdaderamente interesante es la figura de Fernando Villalón, al que desde este rincón, le rindo un pequeño homenaje, con artículos extraídos de Internet.



Fernando Villalón
CONOCÍ A FERNANDO VILLALÓN no hace muchos años, en Sevilla, una noche de otoño incipiente, en una terraza de la puerta de Jerez. Fue la noche en que leyó a sus contertulios de café su proyecto de silfidoscopio. Se trataba de un aparato para ver las sílfides, de cuya percepción esperaba él el allanamiento de muchos problemas de esta vida y de otros muchos de después de esta vida. Más que requisitos técnicos, aquel bosquejo de artefacto fijaba las condiciones fundamentales que debía atender la mecánica y la ingeniería a quienes delegaba su construcción, pero a las que quería ilustrar acerca de las relaciones entre los planes espirituales y los estratos del mundo físico, nexos que en aquel trabajo aparecían distintamente jerarquizados dentro, claro está, de una esotérica y teosófica concepción del mundo.
Aquel picador de toros, aquel hombre sanguíneo, atlético, rural y terrazguero, era uno de los brujos más sutiles e inquietantes de nuestro tiempo. No muy lejos de Lebrija había secado con un conjuro una fuente donde bebían las adúlteras el agua mineral radioactiva de la infidelidad. Su gabinete mágico, sus endemoniados prodigios, y su prurito de entablar diálogos, socráticamente, con párrocos y religiosos acerca de temas espiritistas, le habían valido la excomunión de varios obispos.
Fuera de lo espiritual, el gran problema que preocupaba por entonces a Villalón era la repoblación de Tarfia. Su feroz individualismo había cedido en vista de la necesidad de crear una civilización en aquella islita del Guadalquivir, última reliquia de un archipiélago fluvial que había sido suyo. Era el último residuo de su poderío imperial, y aún sin darse por vencido, aspiraba a recoger allí el fruto de su experiencia y su sabiduría, en una peregrina organización social. No era la corte de Elba, familiar y reducida, ni la legislación de Santa Elena, último vestigio de un tirano ocioso, mal de su grado: era una abadía de Thelème para garrochistas y bailadoras de fandango, poetas, utopistas y gentes fantásticas. Por aquel otoño, en que nos conocimos y cenábamos juntos en la caseta de Labradores, bajo la luna verde y oronda del octubre sevillano, Fernando Villalón era ya un emperador que, aun conservando su trono y atributos, veía todos los días palidecer su extraño y arrollador poderío.

Fernando Villalón-Daoiz y Halcón era hijo de un noble de Morón, aficionado a la historia, hombre misterioso que desde la alta celda de su palacio veía a las personas que entraban por el zaguán, por medio de un sabio y complicado juego de espejos, y de una dama de miniatura, alma romántica que yo sentí palpitar al leer su diario de recién casada en el viaje de novios por Italia, de sus primeras nupcias. Descendía de un señor francés de la Ville d'Almouses, que vino en tiempos de Alfonso VI a Navarra y cuya descendencia dominó en Aoiz. Entre sus últimos ascendientes pueden citarse a don Luis Daoiz, el artillero del Parque, y el conde de Aoiz, personaje tremebundo, de la Andalucía baja, arsenal viviente, panoplia ambulante, siempre ceñido de pistolas y puñales. Se cuenta del conde de Aoiz que fue en cierta ocasión a Jerez de la Frontera a desafiar a un matón tremendo. Era huésped el prócer del duque de San Lorenzo, y cierta mañana la duquesa dio con él en la escalera del palacio y mucho se extrañó de que no acompañara su saludo verbal con su habitual reverencia de besarle la mano, y de que el conde permaneciese en su presencia con las suyas sumidas en los bolsillos. Lamentose al duque, su esposo, de aquella descortesía; hasta que la informó de que habiendo reñido a puñaladas con el bandido, este le había pintado tan dilatado jabeque en el vientre que llevaba las manos en los bolsillos del pantalón para evitar la salida de la masa intestinal. «¿Cómo quieres que besara o estrechara tu mano?», preguntaba el duque, explicando la retirada a su alcoba de aquel señor marchoso y pendenciero que por su propio pie venía medio destripado.

Fernando Villalón nunca fue un camorrista, pero les mojó la oreja a los más tercos. Se apechugaba en las ventanas y tabernas con los curdas más pesados, y alguna vez le dio un beso de desafío a algún jaranero sacamantecas. Cuando seducía a docenas a las mocitas de los barrios, tenía a sus órdenes a los más aguerridos rufianes. Pero era un lujo de hombre dispendioso. Un día, en la plaza de San Francisco, pegó a todo el que se le acercaba. Era la época en que sólo vestía de corto. La Maestranza de Sevilla tuvo reparos en recibirle en su seno, aun siendo uno de los más nobles caballeros y mejores jinetes de Sevilla.
Siendo muy joven salió de Morón a recorrer sus tierras y topó con el Vivillo, camino de Estepa. Fernando lo acechó desde unas espadañas con la culata en la mejilla y, al fin, le perdonó la vida.

Villalón, al terminar la guerra europea, poseía un millón de pesetas en ganado. Hubiera podido realizar aquellas mil cabezas, pero él era fiel a su ideal de ganadero. Es menester decirlo. Sacrificó su fortuna a su ideal taurino. Su propósito era modificar la fiesta de toros criando un tipo de res que habría de condicionar la lidia. Era un enamorado de ciertos estilos y se oponía al fácil y resonante éxito de ciertos toreros actuales, «porque los toros no eran toros, pues con toros verdaderos no podía hacerse aquello». La premisa del ganado le importaba cardinalmente para cualquier consecuencia en la fiesta. Ni fue joselista ni belmontista en momento alguno. En la descomunal batalla perdió, porque su religión y estética de la lidia no coincidió con el gusto del público y el ímpetu de la moda. Allí fue su fortuna contraria a la que tuvo en poesía, pues él era el único que hubiera podido reconciliar, con su noción del arte, tan viril y tan sincero, las fórmulas más exquisitas y difíciles con el gusto popular. La intuición de su sabiduría, tanto en el terreno en que perdió como en el que empezaba a ganar, era extraordinaria. Ya se sabía, para toros, la marisma.
Llanuras sin confín, lagos de plata rizados por los vientos marineros.
Para cereales, el triángulo que forman Lebrija, Trebujena y Sanlúcar. Para mujeres, las de Algeciras a Chipiona. Para cante, los Puertos. Él sabía dónde estuvo la vieja Tartessos, cuna de aquellas maravillas únicas: en el bajo de Guadalmedina. A veces, sintetizaba todas sus preferencias con su frecuente y deliciosa expresión: El mundo se divide en dos partes: Sevilla y Cádiz.

Anticuario, chamarilero de cuadros, brujo, garrochista, derribador de reses, agricultor meritísimo, teósofo y poeta lírico y dramático, era el más feliz poseedor de la más rica experiencia andaluza. Era un espléndido camarada español, docto en las ciencias más ocultas y sabrosas. Su obra poética tiene a veces la torpeza del que posee más contenido que medios de expresión. En efecto, ni empezó pronto a escribir versos ni estuvo largos años sometido a una rigurosa disciplina de preceptos, de tanteo o de enseñanzas. En ciertas ocasiones, la tortura de la expresión se resolvía en una explosiva salida por la tangente, de un modo arbitrario o burlesco. Del mundo visible hubiera querido hacer una exacta traducción verbal. Sus propósitos poéticos en este sentido son francamente pictóricos. Recuerdo que en cierta ocasión llegamos de Sevilla a Cádiz, hallamos el mar bajo un temporal homérico. La bahía, con mar de fondo, era algo terrible, color de cieno, de azufre, de inmundicia. Las olas eran largas, atirantadas, insólitas. Aquel mar daba la impresión de cualquier cosa menos de ser el mar. Fernando buscó en vano un adjetivo para él. Le vi vacilar, trabajar y desistir. Al fin, exclamó: «Este es un mar, hijo de la gran p...».

Ahora que has muerto, Fernando Villalón, voy sintiendo con un escozor creciente el escamoteo de aquellas dos horas inevitables que pasábamos juntos en Sevilla, a riesgo de pasar juntos el día entero, y las noches entre cañeros y claveles con mujeres de ojos negros y jazmines en el moño. Iba yo a tu casa, por las calles de Santa Cruz, con sus buganvillas y sus gitanillas de pechos en las bardas de los jardines, y, al llegar a la plaza de los Refinadores, ya se advertía el rumor trafagoso y vocinglero, de pequeño comercio, autobuses de línea y vecindonería de la Puerta de la Carne. Alguna de las tardes, en vez de entrar por el callejón de Céspedes, entraba por la calle Verde, tan tierna, tan humilde, tan henchida de pueblo murillesco con sus fachadas, de una aguada pálida, color de rosa, de manzana o de malva, hasta la casa señorial, un poco escondida entre el viejo palacio de don Miguel de Mañara y Vicentelo de Leca, y la iglesia de San Bartolomé, color de bizcocho de feria, donde moraba, y donde ya no volveré a ver al poeta y al amigo de una época fantástica y magnífica.

Un Saludo
Antonio
 
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ROMANCE DEL OCHOCIENTOS

Con los estribos muy cortos y las cinchas apretadas
a todo el palo las picas y las crines en la barba,
tres mil caballos tendidos apenas la arena rayan.
Garrochistas de la Isla los de las overas jacas;
Yeguerizos de Xerez, los de las corvas navajas;
caballistas los de Utrera, los de la marisma llana.
Ni Bailén tiene campiña, ni los dragones corazas,
ni Dupont es general, ni Castaños tropas manda.
¡Viva don Miguel Cherif y don José de Sanabria! (Tres mil caballos tendidos apenas la arena rayan)
Pañuelos rojos al viento y en los dientes la navaja.

Virgen de Consolación, de los camperos, la dama;
Virgen de la cara negra, con sol y sal amasada,
libre y sola en la llanura, Tú nunca serás esclava.

(Fernando Villalón)


Un Saludo
Antonio
 
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Debo reconocer que mis gustos por la poesía son deplorables, según dicen los entendidos, mis poetas favoritos son J. Mª Gabriel y Galán, por su poesías sobre el campo charro y extremeño, y Fernando Villalón, el poeta de la Baja Andalucía, el de los garrochistas, los contrabandistas y los bandoleros, una pena según algunos, pero que le vamos ha hacer algún defecto se debe tener y ese será el mío, este Fernando Villalón, fue muy amigo de un amigo íntimo de mi padre , como Fernando, ganadero de bravo y solterón; con él hice mis primeras armas en la montería, y contaba unas cosas graciosísimas de su amigo el poeta, del que dicen se arruinó intentando que sus toros tuvieran los ojos verdes, en una ocasión, llevó a encerrar una corrida de toros a La Maestranza, en aquellos tiempos los toros, se llevaban desde las afueras de Sevilla a la plaza, al amanecer, por su propio pie, bien amparados de cabestros y caballistas y ligeritos, pero pasando por algunas calles, el cabestrero a pie y restallando la honda, llamaba a cada buey por su nombre, ¡!Hop!! ¡!Hop!! Piloto, ¡!Hop!! ¡!Hop!! Navegante, al menor síntoma de descolocarse del sitio debido, volaba la piedra y el cabestro recibía un recado en los pitones que prácticamente lo sentaba, terminada la faena, y una vez distribuidos los toros en los corrales y efectuado el sorteo, Fernando Villalón, invitó a comer a sus gentes, todos vestidos de corto, con sombreros anchos y zahones, oliendo a caballo y a toro, ¿a dónde se le ocurrió llevarlos?, pues ni más ni menos que al elegantísimo y recién inaugurado Hotel Alfonso XIII, ante la expectación general de los huéspedes y el servicio del hotel, se instalaron en el comedor, el "maitre" levantó la nariz y ni puñetero caso, y así un rato, y un rato más, las caras de los invitados, y la del ganadero, se empezaron a poner serias, pero ... el cabestrero, "Señor Conde,¿lo llamo?", Fernando además de poeta era conde, "Pues si, anda llámalo", se levantó el hombre, cogió un panecillo lo puso en la honda, y... "Hop, Hop, Hop, Camarerooooo", restalló la honda, voló el panecillo y ... la pajarita del estirado maitre se fue, limpiamente, a hacer puñetas.

Club de caza

Un Saludo
Antonio
 
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DILIGENCIA DE CARMONA


Diligencia de Carmona,
¡la que por la Vega pasas
caminito de Sevilla
con siete mulas castañas!
Cruza pronto los palmares.
¡no hagas alto en las posadas!
Mira que tus huellas huellan
siete ladrones de fama...;
¡Diligencias de Carmona,
la de las mulas castañas!
Remolino en el camino…;
siete bandoleros bajan
de los alcores de El Viso
con sus hembras a alas ancas…
Catites, rojos pañuelos,
patillas de boca de hacha…
Ellas, navaja en la liga,
ellos la “faca” en la faja;
ellas, la Arabia en los ojos;
ellos, el alma a la espalda…
¡Por los alcores de El Viso
siete bandoleros bajan…!
Siete caballos caretos,
siete retacos de plata,
siete chupas de caireles;
siete mantas jerezanas,
siete pensamientos, puestos
en siete locuras blancas…:
“Tragabuches”, Juan Repiso,
“Satanás” y “Malafacha”
José “Candio” y “El Cencerro”
y el Capitán, Luis de Vargas
de aquellos, más naturales
de la Vega de Granada…
Siete caballos “Caretos”
los siete “Niños” llevaban
-¡Echa vino, montañés
que lo paga Luis de Vargas!
¡El que a los pobres socorre
y a los ricos avasalla!
¡Ve y dile a los milicianos
que la Posta está robada
y vamos con nuestras novias
hacia Écija la llana…
¡Echa vino, montañés…
que lo paga Luis de Vargas…!

(FERNANDO VILLALÓN)

Un Saludo
Antonio
 
Antonio, como además de admirador de la poesía de Villalón, eres flamencólogo, imagino que habrás escuchado a Gabriela Ortega recitar estos versos y otros. Es una auténtica maravilla.
(Yo tenía el disco y en una mudanza lo perdí, y ahora estoy loco buscandolo para comprarlo y no hay manera)

Un abrazo
Angel
 
Pues va dedicado a ti,amigo Antonio:

EL EMBARGO

Señol jues,pasi usté mas alanti
Y que entrin tós esos,
No le dé a usté ansia,
No le dé a usté mieo..
Si venís antiayel a afligila
Sus tumbo a la puerta.¡Pero ya s’a muerto!
¡Embargal,embargal los avíos,
que aquí no hay dinero;
lo he gastao en comías pa ella
y en boticas que no la sirvieron;
y eso que me quea,
porque no me dio tiempo a vendello,
ya me está sobrando,
ya me está gediendo!
Embargal esi sacho de pico
y esas jocis clavás en el techo,
y esa segureja
yesi cacho e liendro…
¡ Jerramientas,que no quedi una!
¿ya pa qué las quiero? Si tuviá que ganalo pa ella,
¡qualisquiá me quitaba a mi eso!
Pero ya no quio vel esi sacho,
ni esas jocis clavás en el techo,
ni esa segureja
ni esi cacho e liendro…
¡Pero a vel,señol jues;cuidaíto
si alguno de esos
es osao de tocali a esa cama
ondi ella s’s muerto;
la camita ondi yo la he querío
cuando dambos estabamos güenos,
la camita ondi yo la he cuidao,
la camita ondi estuvo su cuerpo
cuatro mesis vivo
y una noche muerto!
¡Señol jues,que ninguno sea osao
de tocali a esa cama ni un pelo,
porque aquí lo jinco delante usté mesmo!
Llevaísoslo tó,
tó menos eso,
que esas mantas tienin
suol de su cuerpo…
¡Y me güelin,me güelin a ella
ca ves que las güelo!...

Jose Maria Gabriel y Galán.
 
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Gusto me da, que os guste Compadres, lo mismo tenemos este fin de semana, un ratico literario, entre vino y vino..
Gabino, no faltes..
Angel, con lo de flamencólogo, quien pega ojo esta noche,aficionaillo y de los normales..

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“La hora de la verdad / es hora de la mentira / si es hora en que la muerte / viene a quitarnos la vida”. (Fernando Villalón)
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Un Abrazo
Antonio
 
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"Mis amigos me despresian

porque me ven abatio

¡Todo el mundo corta leña

de l´arbo q´ está caio!"

Que me entierren con espuelas

y el barbuquejo en la barba

que siempre fue un mal nacido

quien renegó de su casta.

(FERNANDO VILLALÓN)

Un Saludo

Antonio
 
La aprendí de Jose María un anciano, amigo de Ronda.

DESBRAVADORES


Lo heredé de mis mayores
y hoy bendigo mi destino
que soy entre los mejores
antiguos desbravadores
jerezano y el más fino

No hay jaca que se resista
a mi saber en la pista
del más duro picadero
y nunca pierdo de vista
cualquier brinco traicionero

Sin blasonar de riquezas
ni de bienes materiales
se me ronde la belleza
la poesía y la nobleza
de estos potros ideales

Y dueño de este tesoro
que resaltan las figuras
me envelezco en la montura
que es envidia de un rey moro

Ricachos del mundo entero
rentintas de Andalucía
a ver si vuestro dinero
os da el placer verdadero
que me dá esta labor mía

Y alabando el sol de España
que amorosamente baña
mi cuerpo en un tibio rayo
voy en mi jaca castaña
a la feria de Mayo

Y del sol a los fulgores
que ponen luz y colores
en el ambiente de oro
sus cascos cuatro primores
tocan un himno sonoro

Y que pulcros movimientos
hace mi jaca graciosa
y como lanza a los vientos
los relinchos más violentos
como una canción briosa

Y fué legado de mi gente
que yo recogí prudente
sin soñar su poderío
y el primer potro valiente
no fué de nadie y fué mío

Y que gozo da truncar
la ardorosa rebeldía
de un caballo sin domar
de un caballo que es poesía
en esta tierra sin par

Cuantas mozas soñadoras
al verme cruzar ufano
la caliente grupa adoran
de mi jaca voladora
o de mi potro alazano

Domador diestro y sereno
como ninguno garboso
soy sencillo y soy rumboso
y al potro malo hago bueno

Más hay! que el tiempo perdí
en esta grata labor
pues aunque fuerte me vi
del corazón no vencí
los arrebatos del amor.

Saludos
José Luis.
 
El Caballo Maltraido

Eres del hierro "Candau"
es tu nombre Maltraido,
y, a pesar de ser "cruzao"
igualarte no ha podido
un caballo en ningun " lao"

Amparando en la garrocha
nadie te puede igualar,
pues galopando en las trochas,
el valor siempre derrochas
con un impetu sin par.

Porque pones corazon
en el acoso y derribo,
causas siempre admiracion :
por eso de España has sido,
siete veces campeon.

el Garrochista ganaba
contigo fama y dinero.
el que contigo acosaba,
a los toros derribada
con presteza y con esmero.

Ahora a mi casa has venido,
hoy se te rinde homenaje,
porque estando envejecido,
con tu arte y tu coraje
aun eres para dar clase
lo mejor que hemos tenido

Pues, a pesar de tus años,
te desborda el corazon.
Si el jinete se despista,
tu le vuelves a la pista
con ahinco y con teson.

Elias Garcia Hernandez
" Poemas Ecuestres y otras Rimas "

un saludo

Ana :D
 
Sobre Fernando Villalón, hay un libro estupendo, que te mete en su cortijo, en su mundo.El libro se llama "Recuerdos de Fernando Villalón" y esta escrito por Manuel Halcón Villalón daoiz, primo de Fernando, el libro es precioso, ahora mismo no lo tengo aquí, pero si os interesa os puedo buscar la editorial. Por cierto mirando por internet, he visto un articulo escrito por Don Antonio Burgos sobre la muerte de Don Manuel Halcón, que paso a escribiros.

Ha muerto el último andaluz que le guardó luto a su caballo.
Se llamaba Manuel Halcón. Era un patricio romano de la Betica.Le salía la elegancia de los adentros de un alma de ánfora de aceite encontrada por la orilla guadalquevireña de Lebrija.
Aquel invierno había venido por últma vez a Sevilla.Siempre buscaba un pretexto para no encontrarse con la nostalgia de una casa que ya no existía, de una calle que derribaron."No, ahora no, que hace mucha calor, cuando llegue el invierno", nos decía cuando lo animábamos a venir por el verano.Para lo mismo responder mañana:"No, ahora hace mucha humedad, y con estos frios...", nos decía cuando el invierno había llegado.Sevilla era como esa nostalgia rehuida.Por eso fue una suerte aquel último invierno de sol que lo tuvimos aquí, como un personaje de sí mismo: El marqués de Villar de Tajo paraba en casa de la que fue su criada de toda la vida.Pocos igualaron de tal modo, en sus libros y en sus actos, vida y pensamientos.Y en aquel invierno me encontré un día a don Manuel que entraba en el hotel Alfonso XIII con su breve sombrero flexible de fieltro verde, con su traje flanela gris, calzando bajo sus pantalones tan de hombre unos Botos Camperos.
Bromeamos:
--Compadre usted siempre parece salido de sus novelas...

Y me contó la historia de quel dolor.Como todas las mañanas de su reencuentro con Sevilla, había ido al campo.Manuel Halcón en el campo: Venid, pintores a pintar el cuadro.Había llegado al cortijo y con esos andares tan jirochos que no encorvaron los años y que a muchas hembras enamoraron, se fue derecho para los boxes, pero no estaba su caballo.Su caballo había muerto, de viejo, y nadie en el cortijo ni en la familia se había atrevido a dar la noticia a don Manuel.Y había una profunda pena en aquel gran señor del campo de Andalucia y de la literatura de su tierra, cuando entre bromas le señalé los botos de montar sobre las alfombras del Hotel Alfonso XIII, y me dijo:

--Es que le estoy guardando tres días de luto a mi caballo...


El articulo sigue, aunque creo que esta es la parte más relacionada con nuestra pasion.

Espero os guste, un saludo
Miguel
 
Os mando esta pequeña poesia escrita por Andro (mi hijo) en el colegio en el año 2003. Tenia entonces 11 años.

POR LOS CAMPOS DE ANDALUCIA.
Un caballo corria y corria
por los campos de Andalucia
era castaño oscuro con
un lunar en la frente y con
las crines al viento
corria y corria.

Los campos eran verdes y floreados
y en los lomos del caballo iba
un jinete con su garrocha en mano.

Se dirigia a la dehesa
a darle vuelta a la manada
de esos toros que pastaban en la cañada.

Entre el monte y la jara
al sol del medio dia
corria y corria ese caballo
por los campos de Andalucia.


Por aquel entonces no teniamos ningun caballo; solo la aficion.
 
I



Giralda, madre de artistas,

molde de fundir toreros,

dile al giraldillo tuyo

que se vista un traje negro.



Malhaya sea Perdigón,

el torillo traicionero.



Negras gualdrapas llevaban

los ochos caballos negros;

negros son sus atalajes

y negros son sus plumeros.

De negro los mayorales

y en la fusta un lazo negro.



II



Mocitas las de la Alfalfa;

mocitos los pintureros;

negros pañuelos de talle

y una cinta en el sombrero.

Dos viudas con claveles

negros, en el negro pelo.



Negra faja y corbatín

negro, con un lazo negro,

sobre el oro de la manga,

la chupa de los toreros.



Ocho caballos llevaba

el coche del Espartero.



Fernando Villalón
 
¡Qué nostalgia de cortijo
bajo el cielo de Jerez!
¡Que memoria del hogar
-tibio establo, verde mies-,
caricia de mayorales,
copla, bordon y tonel!



Rafael Duyos
 
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