¡ Holaaaaaaaa ! Como hace mucho que no os cuento " na ", pues os cuento el " peaso " susto que me pegué el sábado. Por fin he sentido lo que es pasar miedo sobre un caballo. Si, ya se que la mayoría vaís a decir que soy una exagerada, pero yo creí que eran mis últimos momentos de vidaaaaaaa.
Acabábamos de dar la vuelta para regresar a la hípica, justo en una recta suuuuperrrrrlarga en la que siempre le pido al bicho galope, porque no hay ningún peligro. Esta vez no le pedí galope, pero Pipo empezó a galopar, y yo le dejé, porque siempre galopamos ahí. Empezamos a galopar rápido, rápido, dejándonos llegar por el anochecer que por fin traía un poco de fresco, por lo bien que lo habíamos pasado hasta ese momento, cada vez más rápido, sin ningún contacto de la rienda , sintiendo una sensación de libertad genial. Perooooooooooooooooooooooooooooooooooooo yo no contaba con que de repente, el " peaso " asqueroso que tengo por " amigo ", pega un giro de 45 º, a esa velocidad, que ya me hace pegar un respingo en la silla y perder los estribos....... Y el giro de 45º tenía como razón de ser que a través de ella enfilábamos una cuesta empinadíiiiiiiisimaaaaaaaaa, llena de enormes pedruscos, que yo SIEMPRE bajo al paso, y que sirve para atajar y llegar antes a la hípica......Y claro, sin mi, y a esa velocidad, seguro que habría llegado antes todavía.
En ese momento fue cuando me di cuenta de que si me caía, acababa como mínimo en urgencias, y que si no paraba hasta llegar a la hípica, no tenía ninguna posibilidad de mantenerme encima. A esas alturas ya había soltado las riendas y me abrazaba a su cuello, y creo que hacia ya horas que le decía " hop ". Pero claro, a mitad de cuesta y con la fuerza de la gravedad era imposible. Al finalizar la cuesta hubo milagro y la palabrita mágica surtió efecto, porque aquella locomotora, paró.
Volví a subir la cuestecita llamándole de todo , de ahí a la hípica, por supuesto al paso, se me agotaron todos los insultos. Así que tuve que repetir, y eso que hace meses que dejé de decir " palabros ".
En su descargo he de decir que justo cuendo salíamos de la hípica estaban poniendo la cena - manda narices que con 45 grados pongan la cena a las nueve de la noche, que es cuando se empieza a respirar -, y que incluso a mitad de camino nos encontramos con caballos de regreso. Se resistió un poco ambas veces, pero luego se portó como un campeón.
Sí, sí, ya se que NUNCAAAAAAAA se galopa de regreso a la hípica, pero es que estábamos muyyyyyyyy lejos y nunca pensé que su neurona orientativa estuviese tan desarrollada.
Besos. MAYCA.
Acabábamos de dar la vuelta para regresar a la hípica, justo en una recta suuuuperrrrrlarga en la que siempre le pido al bicho galope, porque no hay ningún peligro. Esta vez no le pedí galope, pero Pipo empezó a galopar, y yo le dejé, porque siempre galopamos ahí. Empezamos a galopar rápido, rápido, dejándonos llegar por el anochecer que por fin traía un poco de fresco, por lo bien que lo habíamos pasado hasta ese momento, cada vez más rápido, sin ningún contacto de la rienda , sintiendo una sensación de libertad genial. Perooooooooooooooooooooooooooooooooooooo yo no contaba con que de repente, el " peaso " asqueroso que tengo por " amigo ", pega un giro de 45 º, a esa velocidad, que ya me hace pegar un respingo en la silla y perder los estribos....... Y el giro de 45º tenía como razón de ser que a través de ella enfilábamos una cuesta empinadíiiiiiiisimaaaaaaaaa, llena de enormes pedruscos, que yo SIEMPRE bajo al paso, y que sirve para atajar y llegar antes a la hípica......Y claro, sin mi, y a esa velocidad, seguro que habría llegado antes todavía.
En ese momento fue cuando me di cuenta de que si me caía, acababa como mínimo en urgencias, y que si no paraba hasta llegar a la hípica, no tenía ninguna posibilidad de mantenerme encima. A esas alturas ya había soltado las riendas y me abrazaba a su cuello, y creo que hacia ya horas que le decía " hop ". Pero claro, a mitad de cuesta y con la fuerza de la gravedad era imposible. Al finalizar la cuesta hubo milagro y la palabrita mágica surtió efecto, porque aquella locomotora, paró.
Volví a subir la cuestecita llamándole de todo , de ahí a la hípica, por supuesto al paso, se me agotaron todos los insultos. Así que tuve que repetir, y eso que hace meses que dejé de decir " palabros ".
En su descargo he de decir que justo cuendo salíamos de la hípica estaban poniendo la cena - manda narices que con 45 grados pongan la cena a las nueve de la noche, que es cuando se empieza a respirar -, y que incluso a mitad de camino nos encontramos con caballos de regreso. Se resistió un poco ambas veces, pero luego se portó como un campeón.
Sí, sí, ya se que NUNCAAAAAAAA se galopa de regreso a la hípica, pero es que estábamos muyyyyyyyy lejos y nunca pensé que su neurona orientativa estuviese tan desarrollada.
Besos. MAYCA.