Ja,ja,ja María, creía que yo tenía un fallo genético, evitando que tuviese el más mínimo sentido de la orientación. Con contarte que una vez al darme un paseo corto fuera de la hípica en una zona donde solo hay dos caminos. El principal y un pequeño desvío, pues a la vuelta me perdí cogiendo el desvío. Le tenía que haber hecho caso a Avalon que me estaba indicando que por ahí no se volvía, je,je.