Respecto a las caricias voy a escribir un trozo del libro AIRES Y SENTIMIENTO de Pierre Chambry, ya que cuando lo leí me llamo muchísimo la atención.
?¿Conoce usted la caricia rusa? No aprendí esta especialidad soviética, hasta 1960, en los Juegos Olímpicos de Roma. En la última semana preparatoria, me relamía con las lecciones ecuestres de los concursantes: particularmente el de un ruso que montaba mañana y tarde, dos horas, para ver incansablemente los movimientos de su recorrido. Absent, estaba allí siempre atento, alegre, lleno de energía, infinitamente disponible, en perfectas condiciones, sin que yo lo viera ni una vez , ser premiado con la menor caricia. Y, sin embargo, el caballo parecía ir por delante de las intenciones de su jinete, desbordante de buena voluntad, orgulloso de sí mismo.
Acabé preguntándome: ¿Ni una recompensa? ¿Por qué?
La respuesta me llegó del ruso, lacónica: ?¡Siempre!?, y, añadiendo múltiples gestos a esta única palabra, Sergei Filatov, al trote intermedio, sin perder el contacto con la boca, abrió el dedo corazón de su mano derecha para rascar cariñosamente la cruz del caballo. Dos pequeñas descontracciones de quijada agradecierón la sabrosa recompensa. Marchó al galope, con cambios de pie en dos tiempos alrededor de un gran circulo del cual yo era el centro, para que viera los incesantes rascullidos del dedo corazón, derecho o izquierdo, que aprobaban la generosa sumisión del futuro medalla de oro.?
Si en este nivel de competición y concentración las caricias son tan agradecidas, lo mismo lo será en nuestros caballos.