La semana pasada cometí una estupidez que podía haber acabado en desgracia. No quería contárselo a nadie pero un buen amigo me ha aconsejado que lo comparta con vosotros para que no cometáis el mismo error que yo.
El domingo, después de montar, como siempre, saqué a la yegua a pastar. Al lado del prado al que la llevo hay otro con hierba de mucha mejor calidad, de la que le gusta a la yegua y va rebuscando por todos los rincones. Pero la entrada al prado está cerrada con cable grueso y candado, y está rodeado por todas partes por una acequia estrecha pero profunda. Pensé que aquella acequia la podía saltar Cheska fácilmente, y colarnos en el otro prado. Con la yegua del ramal salté la acequia, pensando que ella saltaría tras de mí. Ella se quedó mirando la acequia, no muy convencida, pero como yo estaba del otro lado y la tenía del ramal, pues allá que va y mete la mano en la acequia. Al ver que se le hundía la mano dió un salto no sé cómo y pasó al otro prado. En una milésima de segundo me la imaginé cayendo dentro de la acequia, intentando salir de aquella trampa... La podría haber desgraciado para siempre, si cae dentro de la acequia seguro que se rompe una pata. Faltó un pelo. Pero eso no fue lo peor.
Porque ahora estábamos en el prado rodeado por todas partes de acequias estrechas y profundas, ella pastando tan ricamente, y yo desmenuzándome el cerebro a ver cómo podía volver a sacarla de allí. Al final encontré una esquina donde la acequia no era tan profunda, aunque hubiera metido la mano hasta el fondo hubiera podido salir (eso sí, con algún pelado seguro) pero ahora ella ya no estaba tan dispuesta a seguirme (y dejar atrás toda aquella hierba, supongo). Tuve que darle dos o tres tironcitos del ramal, y la misma historia, mano dentro de la acequia, al no encontrar suelo dió un salto descomunal y ¡voilá! sanas y salvas en el camino. Aún no me puedo creer que no se hiciera ni siquiera un pelado con las paredes rugosas de la acequia.
Me hubiera dado de mamporros y los tendría todos bien merecidos, y aún me dan ganas cada vez que lo pienso. A ver ¿queréis explicarme de dónde salió la idea de que nosotros eramos los "inteligentes"?
Esta vez no pasó nada, y me voy a guardar muy mucho de hacer nuevos experimentos que la puedan poner mínimamente en peligro otra vez.
Espero que al menos mi experiencia os sirva de algo. Y no os preocupéis, podéis llamarme de todo que no me diréis nada peor de lo que me he dicho yo misma.
Besos,
Casey
El domingo, después de montar, como siempre, saqué a la yegua a pastar. Al lado del prado al que la llevo hay otro con hierba de mucha mejor calidad, de la que le gusta a la yegua y va rebuscando por todos los rincones. Pero la entrada al prado está cerrada con cable grueso y candado, y está rodeado por todas partes por una acequia estrecha pero profunda. Pensé que aquella acequia la podía saltar Cheska fácilmente, y colarnos en el otro prado. Con la yegua del ramal salté la acequia, pensando que ella saltaría tras de mí. Ella se quedó mirando la acequia, no muy convencida, pero como yo estaba del otro lado y la tenía del ramal, pues allá que va y mete la mano en la acequia. Al ver que se le hundía la mano dió un salto no sé cómo y pasó al otro prado. En una milésima de segundo me la imaginé cayendo dentro de la acequia, intentando salir de aquella trampa... La podría haber desgraciado para siempre, si cae dentro de la acequia seguro que se rompe una pata. Faltó un pelo. Pero eso no fue lo peor.
Porque ahora estábamos en el prado rodeado por todas partes de acequias estrechas y profundas, ella pastando tan ricamente, y yo desmenuzándome el cerebro a ver cómo podía volver a sacarla de allí. Al final encontré una esquina donde la acequia no era tan profunda, aunque hubiera metido la mano hasta el fondo hubiera podido salir (eso sí, con algún pelado seguro) pero ahora ella ya no estaba tan dispuesta a seguirme (y dejar atrás toda aquella hierba, supongo). Tuve que darle dos o tres tironcitos del ramal, y la misma historia, mano dentro de la acequia, al no encontrar suelo dió un salto descomunal y ¡voilá! sanas y salvas en el camino. Aún no me puedo creer que no se hiciera ni siquiera un pelado con las paredes rugosas de la acequia.
Me hubiera dado de mamporros y los tendría todos bien merecidos, y aún me dan ganas cada vez que lo pienso. A ver ¿queréis explicarme de dónde salió la idea de que nosotros eramos los "inteligentes"?
Esta vez no pasó nada, y me voy a guardar muy mucho de hacer nuevos experimentos que la puedan poner mínimamente en peligro otra vez.
Espero que al menos mi experiencia os sirva de algo. Y no os preocupéis, podéis llamarme de todo que no me diréis nada peor de lo que me he dicho yo misma.
Besos,
Casey