Históricamente los animales han formado parte de programas terapéuticos destinados a la ayuda de las personas. Así, los griegos daban paseos a caballo para levantar la autoestima de las personas que padecían enfermedades incurables y en el siglo XVII también se empleó ese animal en el tratamiento y rehabilitación de personas con alto grado de discapacidad. Estos programas iniciados en Europa se propagaron por EUA en 1960, y hoy existen más de 500 programas de equitación terapéutica para personas con discapacidad física.
En Inglaterra, en el Retreat de York, fundado en 1792 se utilizaron animales en terapia y William Tuke, pionero en el tratamiento de personas con enfermedades mentales, intuyó que los animales podían propiciar, valores humanos en enfermos de tipo emocional, aprendiendo autocontrol mediante refuerzo positivo.
Y ya en el XIX, la literatura médica, contenía referencias sobre la bondad de montar a caballo, para tratar la gota, trastornos neurológicos, y la baja autoestima. En 1859, en Notes of Nursing, Florence Nightingale escribió:
Posteriormente en 1897, los animales intervinieron en el tratamiento de personas con epilepsia, en Bethel, Bielfield, Alemania. Hoy en día, es un sanatorio que atiende a 5.000 pacientes aquejados de trastornos físicos y mentales, y en el que los animales forman parte activa del tratamiento, en donde cuidarlos es una parte importante del programa; pero desafortunadamente no se cuantificaron los efectos que los animales producían sobre los pacientes y el personal.
Para encontrar la primera documentación hemos de emitirnos a la rehabilitación de aviadores del Army Air Convalescent Center, en Pawling, Nueva Cork, entre 1944 y 1945. En este programa se utilizaron los animales como una distracción de los intensos programas terapéuticos, a los que eran sometidos los aviadores.
Ya en 1966, Erling Stordahl músico invidente, fundó el Centro Beitostolen, en Noruega cuyo objetivo era el tratamiento de personas invidentes y con discapacidad física. Los perros y caballos intervinieron para animar a los pacientes a hacer ejercicio y muchos aprendieron a esquiar, montar a caballo, y disfrutar de una vida más normalizada, que incluyera actividad física y deportiva.
Pero fue en 1953 cuando Jingles, perro del psiquiatra Boris M. Levinson, le sugirió su potencial como "coterapeuta" y quizás es gracias a ellos que hoy en día podemos aplicar de manera rigurosa y científica terapias asistidas por animales.
El "descubrimiento", en palabras del propio Dr. Levinson aconteció de la siguiente manera:
"Una mañana temprano, Jingles estaba acostado a mis pies, mientras yo escribía en mi despacho, cuando sonó el timbre de la puerta. A Jingles no le estaba permitido entrar en la consulta cuando atendía a mis pacientes, pero ese día no esperaba ninguno hasta varias horas después. Jingles me acompañó a la puerta donde recibimos a una madre y a su hijo muy alterados, varias horas antes de su visita. El niño había pasado ya un largo proceso terapéutico sin éxito. Le habían prescrito la hospitalización, y a mí me visitaban para que emitiera mi diagnóstico, y decidía si admitía como paciente al chico, que mostraba síntomas de retraimiento creciente. Mientras yo saludaba a la madre, Jingles corrió hacia el chico y empezó a lamerle. Ante mi sorpresa, el chico no se asustó, sino que lo abrazó y comenzó a acariciarlo. Cuando la madre intentó separarlos, le hice señas de que los dejara. Antes del final de la entrevista con la madre, el chico expresó su deseo de jugar con el perro. Con unos auspicios tan prometedores, comenzó el tratamiento de Johnny. Durante varias sesiones jugó con el perro, aparentemente ajeno a mi presencia. Sin embargo, mantuvimos muchas conversaciones durante las cuales estaba tan absorto con el perro que parecía no escucharme, aunque sus respuestas eran coherentes. Finalmente, parte del afecto que sentía por el perro, recayó sobre mí y fui conscientemente incluido en el juego. Lentamente, logramos una fuerte compenetración que posibilitó mi trabajo para resolver los problemas de Johnny. Parte del mérito de la rehabilitación hay que dársela a Jingles, que fue un terapeuta muy entusiasta".
Posteriormente, y empujados por el trabajo de Levinson, Samuel y Elisabeth Corson, se embarcaron en un programa para evaluar la viabilidad de la terapia asistida por animales en un entorno hospitalario, obteniendo excelentes resultados.
Resaltar también el trabajo llevado a cabo por David Lee, un asistente social psiquiátrico del Hospital Estatal de Lima, Ohio. Una instalación para personas con enfermedades mentales peligrosos. Los animales actuaron de catalizadores de interacciones sociales entre el personal y los pacientes y entre los mismos pacientes.
En cuanto al perro guía como compañero de personas invidentes, en el año 1250 a.C. en China, con la pintura Primavera en el amarillo, y posteriormente en el año 70 a.C. en Pompeya, con una representación de similares características. Ambas imágenes mostraban personas carentes de visión acompañados de un perro. A nivel escrito, la documentación acerca de los perros guía es mucho más reciente, siendo el señor Reisenger, en 1730, el narrador de una experiencia en el entrenamiento de un perro, como medio de ayuda para la movilidad, y en el que detalla la forma en que se le enseñó, con la ayuda de personas videntes, a localizar objetos, buscar entrada, puertas, etc.
En Inglaterra, en el Retreat de York, fundado en 1792 se utilizaron animales en terapia y William Tuke, pionero en el tratamiento de personas con enfermedades mentales, intuyó que los animales podían propiciar, valores humanos en enfermos de tipo emocional, aprendiendo autocontrol mediante refuerzo positivo.
Y ya en el XIX, la literatura médica, contenía referencias sobre la bondad de montar a caballo, para tratar la gota, trastornos neurológicos, y la baja autoestima. En 1859, en Notes of Nursing, Florence Nightingale escribió:
Posteriormente en 1897, los animales intervinieron en el tratamiento de personas con epilepsia, en Bethel, Bielfield, Alemania. Hoy en día, es un sanatorio que atiende a 5.000 pacientes aquejados de trastornos físicos y mentales, y en el que los animales forman parte activa del tratamiento, en donde cuidarlos es una parte importante del programa; pero desafortunadamente no se cuantificaron los efectos que los animales producían sobre los pacientes y el personal.
Para encontrar la primera documentación hemos de emitirnos a la rehabilitación de aviadores del Army Air Convalescent Center, en Pawling, Nueva Cork, entre 1944 y 1945. En este programa se utilizaron los animales como una distracción de los intensos programas terapéuticos, a los que eran sometidos los aviadores.
Ya en 1966, Erling Stordahl músico invidente, fundó el Centro Beitostolen, en Noruega cuyo objetivo era el tratamiento de personas invidentes y con discapacidad física. Los perros y caballos intervinieron para animar a los pacientes a hacer ejercicio y muchos aprendieron a esquiar, montar a caballo, y disfrutar de una vida más normalizada, que incluyera actividad física y deportiva.
Pero fue en 1953 cuando Jingles, perro del psiquiatra Boris M. Levinson, le sugirió su potencial como "coterapeuta" y quizás es gracias a ellos que hoy en día podemos aplicar de manera rigurosa y científica terapias asistidas por animales.
El "descubrimiento", en palabras del propio Dr. Levinson aconteció de la siguiente manera:
"Una mañana temprano, Jingles estaba acostado a mis pies, mientras yo escribía en mi despacho, cuando sonó el timbre de la puerta. A Jingles no le estaba permitido entrar en la consulta cuando atendía a mis pacientes, pero ese día no esperaba ninguno hasta varias horas después. Jingles me acompañó a la puerta donde recibimos a una madre y a su hijo muy alterados, varias horas antes de su visita. El niño había pasado ya un largo proceso terapéutico sin éxito. Le habían prescrito la hospitalización, y a mí me visitaban para que emitiera mi diagnóstico, y decidía si admitía como paciente al chico, que mostraba síntomas de retraimiento creciente. Mientras yo saludaba a la madre, Jingles corrió hacia el chico y empezó a lamerle. Ante mi sorpresa, el chico no se asustó, sino que lo abrazó y comenzó a acariciarlo. Cuando la madre intentó separarlos, le hice señas de que los dejara. Antes del final de la entrevista con la madre, el chico expresó su deseo de jugar con el perro. Con unos auspicios tan prometedores, comenzó el tratamiento de Johnny. Durante varias sesiones jugó con el perro, aparentemente ajeno a mi presencia. Sin embargo, mantuvimos muchas conversaciones durante las cuales estaba tan absorto con el perro que parecía no escucharme, aunque sus respuestas eran coherentes. Finalmente, parte del afecto que sentía por el perro, recayó sobre mí y fui conscientemente incluido en el juego. Lentamente, logramos una fuerte compenetración que posibilitó mi trabajo para resolver los problemas de Johnny. Parte del mérito de la rehabilitación hay que dársela a Jingles, que fue un terapeuta muy entusiasta".
Posteriormente, y empujados por el trabajo de Levinson, Samuel y Elisabeth Corson, se embarcaron en un programa para evaluar la viabilidad de la terapia asistida por animales en un entorno hospitalario, obteniendo excelentes resultados.
Resaltar también el trabajo llevado a cabo por David Lee, un asistente social psiquiátrico del Hospital Estatal de Lima, Ohio. Una instalación para personas con enfermedades mentales peligrosos. Los animales actuaron de catalizadores de interacciones sociales entre el personal y los pacientes y entre los mismos pacientes.
En cuanto al perro guía como compañero de personas invidentes, en el año 1250 a.C. en China, con la pintura Primavera en el amarillo, y posteriormente en el año 70 a.C. en Pompeya, con una representación de similares características. Ambas imágenes mostraban personas carentes de visión acompañados de un perro. A nivel escrito, la documentación acerca de los perros guía es mucho más reciente, siendo el señor Reisenger, en 1730, el narrador de una experiencia en el entrenamiento de un perro, como medio de ayuda para la movilidad, y en el que detalla la forma en que se le enseñó, con la ayuda de personas videntes, a localizar objetos, buscar entrada, puertas, etc.