Rejelero ; historias vaqueras para aprender a respetar ....

Javier Hidalgo Argüeso
‘Rejelero’, sueños en la Marisma
Esta es la historia de ‘Rejelero’, el caballo salvaje que nació en las Marismas del Coto de Doñana. Fue seleccionado, capturado, trasladado a nado a Sanlúcar, domado y devuelto a su hábitat a los 22 años de edad. Una bella historia que recoge en su libro Javier Hidalgo Argüeso


Existe un lugar en las marismas del Coto de Doñana en el que se crían grandes matas de Sapina, una variedad de almajos de buen porte muy suculento para el ganado caballar pero que a veces puede ocasionar intoxicaciones. Bien, esta lengua de tierra que adopta forma de pico de reja y que es la consecuencia orográfica del matrimonio que forman el Guadalquivir y su afluente el Brazo de la Torre, es más o menos grande en función de las mareas. Un rincón único en el mundo que por algo está celosamente protegido por la biosfera.

Rinconada del Río, como así se llama esta porción de terreno, marcó la vida y la existencia de un caballo y un jinete: ‘Rejelero’ y Javier Hidalgo Argüeso, que en Doñana se encontraron y en Doñana se separaron. “Yo he tenido a lo largo de mi vida muchos caballos y he montado otros muchos que no eran míos, pero al igual que con la caza o con las flechas de Cupido, ninguno ha significado para mí lo que significó el primer caballo de mi sola y exclusiva propiedad que adquirí cuando tenía 19 años y al que llamé ‘Rejelero’, explica el protagonista en su libro Recuerdos de la Marisma, donde indefectiblemente reserva un capítulo especial al encuentro entre caballo y jinete.

Los veranos de la infancia de Javier Hidalgo se desarrollaron tradicionalmente en la Marisma de Doñana, donde ocupaba el tiempo anillando aves o herrando y vacunando potros. Cualquiera que conozca este tipo de actividades ganaderas y ornitólogas comprenderá cuál es la dureza de las mismas y las herramientas tan peculiares que se necesita para ello. Como un caballo. No cualquier caballo. Un caballo rudo, austero en su alimentación, resistente, inteligente, entregado, confiado... En una palabra, un caballo de campo. Ese era ‘Rejelero’.

Javier Hidalgo, reconoce en su propio libro, “añoraba tener un caballo propio, que fuera marismeño y estuviera acostumbrado a andar por este difícil terreno, a soportar el ataque de las moscas, mosquitos y sanguijuelas, que tuviera los suelos bien adaptados para resistir la aspereza de los cascabuesos del verano y la inundación del invierno. Un potro joven que pudiera domar a mi estilo”.

El encuentro con ‘Rejelero’
Era verano de 1971 cuando la potrada del año anterior de Las Nuevas galopaba libremente por las Marismas. Entre ellos, recuerda Hidalgo, había dos o tres “cuyo aspecto apuntaba cierto nivel de clase”. Aquellos jovencitos ejemplares pertenecían a la familia Clarita, guardas de la finca. Como recoge Javier Hidalgo: “Criadores de ganado vacuno y jinetes de estirpe, verdaderos centauros de la llanura”.

Entonces llegó el momento de la decisión. Había que elegir un potrillo de entre la manada y este veterano jinete, cazador y bodeguero lo tuvo claro. “No hay tordo malo”. Su elección estaba fundamentada en las buenas referencias que Javier Hidalgo tenía del hermano de aquel potrillo, que por aquel entonces se estaba domando con muy buenos resultados, y de su madre, que todo lo que había dado hasta el momento había sido bueno.

Una vez seleccionado al joven ejemplar, hecho que hubo que llevar a cabo en la distancia y a través de unos prismáticos, pues no hay que olvidar que se trataba de una manada de caballos salvajes que huyen despavoridos de la presencia cercana de humanos y que sólo se recoge cuando hay que vacunar, llegó el momento del encierro. Esta delicada operación la llevaron a cabo entre Javier Hidalgo y los guardas de la finca, los Clarita, expertos en la materia. Había que conducir al ganado hasta una mangada que desembocaba en corrales cercanos al embarcadero del río. En ese punto concreto, el Guadalquivir dibuja una curva en al que, con la marea alta, el piso está firme y poco fangoso, lo que le convierte en la zona idónea por la que atravesar el río. Dicho y hecho. Una vez el joven ‘Rejelero’ fue apresado y fue forzado a echarse al río, Hidalgo y los guardas de la finca lo remolcaron hasta la otra orilla del río, donde lo esperaban caballos domados y ensillados para llegar cabalgando hasta la finca Santo Domingo, en el camino de La Jara, en Sanlúcar de Barrameda.

La travesía por el río era la única alternativa, pues hay que señalar que en esta época aún no navegaba la barcaza que hoy día cruza caballos, bueyes y carretas por mayo. Así pues, había que cruzar a nado y sujeto con un ramal a las manos de quien va en la barca.

Cuando el caballo se cansa y deja de nadar se tumba y se deja llevar, mientras que quien le vigila se preocupa porque sus ollares sigan en contacto con el aire para que pueda respirar. Una vez repuesto, el caballo volverá a nadar, y así sucesivamente hasta que llega a ‘puerto’.

Al salir del río, ‘Rejelero’ comenzó a andar atado al cuello de uno de los caballos que esperaban en aquella banda. El destino: su doma en casa de Javier Hidalgo.

La madurez de ‘Rejelero’
‘Rejelero’ comenzó su doma cuando tenía poco más de dos años. Muy poco después comenzó a trasladar ganado desde la campiña jerezana hasta la sierra de El Bosque. Jornadas de largos viajes conduciendo piaras de novecientas cabezas de ganado. Era un potro que apuntaba maneras. ¡Vaya que si apuntaba! Javier Hidalgo recuerda que “era un caballo fuerte y correoso, capaz de comer en cualquier parte y con una admirable capacidad de trabajo que se ponía de manifiesto en los duros días de anillamiento en la Marisma, en los viajes a caballo por la sierra y en las interminables jornadas rocieras cargando a dos personas a sus espaldas”.

Pero la vida de ‘Rejelero’ estaba salpicada de anécdotas y de vivencias siempre al lado de quien más le quería, como se comprobará al final de este reportaje: Javier Hidalgo. ‘Rejelero’ tenía miles de kilómetros bajo sus cascos, pies duros como el cemento cuyos pies nunca se herraron, pues la sal de la marisma iba curtiendo su uña.
‘Rejelero’ estuvo al servicio de Javier Hidalgo durante más de veinte años, etapa en la que se forjó una merecida fama entre la gente del Coto y la Marisma, como apunta el autor de su biografía. Tenía un carácter incansable, por ello era muy solicitado para padrear yeguas.

La vuelta al pasado
Durante meses, Javier Hidalgo fue gestando en su mente un plan de jubilación para ‘Rejelero’ que finalmente llevó a cabo con lágrimas en los ojos. Cuando el caballo cumplió 22 años, su jinete comprendió que había llegado el momento de dejarlo descansar, antes de que fuera viejo y no pudiera sobrevivir por su cuenta.

Así que un día de diciembre de 1992, caballo y jinete salieron de casa, como habían hecho tantas y tantas veces, con unas alforjas donde llevaron lo necesario para tres días. Esta vez, el propósito era diferente.

Una vez llegaron a Bajo de Guía cruzaron el río, esta vez en barcaza, y emprendieron el camino por el coto hasta llegar a la casa de Brenes. De allí marcharon hasta Las Nuevas y luego a Marilope, “donde esperaba Fernando”. Desensillaron a ‘Rejelero’ y lo metieron en una cuadra con su dosis de pienso.

Por la mañana, Javier Hidalgo sacó de las alforjas las herramientas necesarias para dejar descalzo a ‘Rejelero’. Le recortó los cascos y lo volvió a ensillar.

El plan era soltarlo con la piara de yeguas salvajes que pastaban en la misma lengua de tierra que le vio nacer y que era Reserva Biológica. Salieron Fernando, Javier Hidalgo y un tercer caballo que llevaron de reata para regresar.

Cuando estaban a doscientos metros de la manada, Javier desmontó a ‘Rejelero’ y pasaron la montura al caballo de reata. Aún con la brida, llevaron al caballo hasta acercarse a las yeguas unos cincuenta metros más. A esa distancia, ‘Rejelero’ empezó a olfatear todo lo que le rodeaba, como si de pronto le resurgieran en su mente vagos recuerdos de su más primitiva infancia. En ese justo momento las yeguas salieron de estampida, momento que Hidalgo aprovechó para quitarle la brida al caballo sin pensarlo. Salió disparado y en la persecución se colocó al galope en la punta trasera de la piara.
Pero no hay que frivolizar. A Javier Hidalgo le persiguió y le torturó la duda durante días. E incluso cuando descalzaba a ‘Rejelero’ horas antes de su suelta seguía preguntándose si era la decisión correcta. Durante meses y años, Javier Hidalgo estuvo siguiendo muy de cerca el rastro de ‘Rejelero’, que padreó y disfrutó de la naturaleza todo lo que pudo. Un día, comunicaron a nuestro protagonista que ‘Rejelero’ había muerto y que sus restos fueron devorados por los buitres. Sus huesos deben estar desperdigados en algún lugar próximo a la casa de Marilope, concluye la biografía del caballo, aunque Javier Hidalgo ha preferido no visitar el lugar.

Sobre sus restos galopan salvajes las yeguas y potros y sobrevuelan flamencos y patos.

Juzguen ustedes mismos sin olvidar el gesto que este jinete tuvo no sólo con el caballo, sino con la propia naturaleza.


Fuente ; Trofeo caballo .
 
preciosa historia, elena , yo tengo es libro de javier y la verdad es que merece la pena. si tienes la ortunidad , compralo y si no lo encuentras yo te lo dejo, no habla solo de caballo , habla de la marisma , de las aves en fin mejor leerlo, desde aqui felicito a su autor
 
Banderín, totalmente de acuerdo contigo. Todo el libro está muy bien. Aunque yo no soy de la "zona", al leerlo te sientes en la marisma y todavía me da mas ganas de hacer una ruta por ella (y si es posible a caballo).

Quién me lo regaló lo compró en internet hace un par de meses. Si quereis intento enterarme del sitio.
 
Regístrate ahora y pasa a formar parte de la mayor comunidad de aficionados a los caballos en español.

Cuéntanos tus experiencias, o planteanos tus preguntas. Entre todos intentaremos ayudarte.

¡Y lo mejor de todo es que es grátis!