He encontrado esta información que me resultó sumamente interesante. Si os resulta pesada o aburrida, ya sabéis, servirá para quien le cueste dormir la siesta!!! jeje. []
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Lo mismo que se habla de la Edad del Bronce o la Edad del Hierro, se puede hablar muy bien de la Edad del Caballo, aludiendo a una época en que este animal desempeñó papel decisivo en la historia de la Humanidad. El período en cuestión abarca un lapso de tiempo de más de diez siglos de duración.
A partir del siglo IV, belicosas tribus itinerantes iban y venían por Europa, algunas asentándose en determinados territorios, y otras vagando de uno a otro, con el caballo como compañero principal.
El maestro de la estratégia militar a caballo fue el huno Atila, "el azote de Dios", aquél que tenía un caballo que, donde pisaba, no volvía a crecer la hierba. Atila era en el año 434 el caudillo de la mayoría de las tribus al norte del Danubio, extendiendo sus dominios desde las Galias hasta las fronteras de China.
Sería inconcebible que Atila fuera quien fue sin su dominio del caballo. Vivía prácticamente en la silla. Cuando fueron a tratar con él la paz los embajadores de Constantinopla, no se bajó de su soberbio caballo tártaro de combate, humillando así a los legados. Al volver de sus incursiones, generalmente victoriosas, una de sus muchas esposas le preparaba una bandeja con viandas selectas, que él hacía que la almacenasen antes de descabalgar.
Su técnica favorita era caer sobre el enemigo en tres alas, utilizando hasta 300.000 jinetes, todos montando corceles tártaros. Formaba como una tenaza en media luna, atacando los flancos. Así recorrió toda Europa, asolando los territorios a sangre y fuego, y practicando el pillaje.
En una oportunidad, Turismundo, rey visigodo, le cercó. Viéndose perdido, Atila hizo un círculo de carros y en el centro dispuso una pira con sillas de montar, arneses, etc., para ser él quemado allí: hasta tal punto llegaba su amor al mundo del caballo. Pero la fortuna quiso que los visigodos se retiraran, sin culminar su ataque.
En el siglo VIII se inventa el estribo, elemento básico para posteriores técnicas de caballería más perfeccionadas. Se repite el hecho de que las mejoras de la caballería no procedían de estrategas, sino de hombres que vivían y convivían a caballo. Sabían de lo que eran capaces sus corceles y los aprovechaban en las batallas.
A partir del siglo VIII se producen dos circunstancias esenciales para el progreso del caballo de guerra. Primero, el desarrollo de caballos fuertes, capaces de llevar las armaduras suya y de su amo, cada vez más "acorazado". Se sacrifica así la elegancia a favor del poderío y sentido práctico. El rey Juan, de Inglaterra, importó 100 sementales flamencos, que fueron la base zootécnica de los caballos de guerra y de labranza inglesa.
El segundo acontecimiento tuvo lugar en el Medio Oriente y Asia Menor. Fue la cría de caballos elipométricos, más ligeros, ágiles y veloces para los sultanes otomanos. Emperadores de la China, príncipes mongoles y grandes señores tártaros de la guerra. Esto ocurría en lugares con nombres tan mágicos por remotos como Samarcanda y Persépolis.
Lo que daba de sí cada uno de estos tipos de caballos se puso de manifiesto al enfrentarse Oriente y Occidente en aquellos encuentros que fueron las Cruzadas. Aunque los caballeros cristianos lograron triunfos parciales, globalmente vencieron los jinetes rápidos y con armas ligeras a los paladines anónimos "encuadernados en hierro", que tardaban una eternidad en adquirir ímpetu, pero que eran muy fáciles de rehuir con una adecuada movilidad. En verdad que no era nada airosa su actuación frente a la fantasmagórica caballería otomana.
Gengis Khan, responsable de más de 5 millones de muertos, inspiró en su época un irrefrenable terror. Su táctica consistía en enviar primero espías, que le remitían la información del campo enemigo con veloces mensajeros a caballo. Luego mandaba como batidores a unos 200 jinetes ligeros. Detrás iba el grueso de la caballería: 30.000 guerreros sobre excelentes caballos, cada uno con un corcel de repuesto. A continuación, las hordas con Gengis Khan en el centro, lo que hacía un total de cientos de miles de combatientes. Como Napoleón, tenía una guardia imperial personal constituida por 1.000 elegidos jinetes sobre caballos negros y con armaduras de cuero brillante.
Cuando el tiempo era malo, los cascos de los ponies, sin herrar, se envolvían con tiras de piel de yak para protegerlos. Si faltaba el alimento durante mucho tiempo, los guerreros estaban enseñados para sangrar parcialmente en el cuello a los caballos y beber su sangre.
Muchos ataques de la caballería se realizaban en silencio, sirviéndose de los movimientos de los estandartes como semáforos de señales. De noche, las órdenes se transmitían con linternas de colores.
Gengis Khan creó el correo mongol a caballo, que fue realmente el medio de comunicación más rápido del siglo XIII. Las estaciones establecidas cada 30 Km con 200-400 caballos cada una le permitían estar siempre bien informado..
Este caudillo murió en 1227. Para ocultarlo al enemigo, el cortejo fúnebre fue matando a cuantos encontraba camino del lugar secreto elegido para el entierro en el desierto de Gobi, y que permanece ignorado desde entonces. La leyenda cuenta que el fantasma de un caballo blanco galopa en las noches de luna llena hasta el lugar del enterramiento del Khan en la inmensidad del desierto.
Más de 100 años después de morir Gengis Khan surgió la figura, no menos taumatúrgica, de Tamerlán el Grande, rey de Asia Central. Estimaba que el mérito de un caballo procedía de su cría; por ello, pagaba grandes sumas por los caballos más fuertes y mejor entrenados. También actuaba enviando espias al campo enemigo, y, asimismo, disponía de guardia personal. Sus jinetes, en número superior a los 100.000, disponían de caballo de repuesto y su arma preferida era la cimitarra. Se ejercitaban para la guerra practicando la caza en movimientos envolventes.
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podéis ver más en http://www.raeve.es
Laura
Es preferible un solo día de valor a mil años de temor.
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Lo mismo que se habla de la Edad del Bronce o la Edad del Hierro, se puede hablar muy bien de la Edad del Caballo, aludiendo a una época en que este animal desempeñó papel decisivo en la historia de la Humanidad. El período en cuestión abarca un lapso de tiempo de más de diez siglos de duración.
A partir del siglo IV, belicosas tribus itinerantes iban y venían por Europa, algunas asentándose en determinados territorios, y otras vagando de uno a otro, con el caballo como compañero principal.
El maestro de la estratégia militar a caballo fue el huno Atila, "el azote de Dios", aquél que tenía un caballo que, donde pisaba, no volvía a crecer la hierba. Atila era en el año 434 el caudillo de la mayoría de las tribus al norte del Danubio, extendiendo sus dominios desde las Galias hasta las fronteras de China.
Sería inconcebible que Atila fuera quien fue sin su dominio del caballo. Vivía prácticamente en la silla. Cuando fueron a tratar con él la paz los embajadores de Constantinopla, no se bajó de su soberbio caballo tártaro de combate, humillando así a los legados. Al volver de sus incursiones, generalmente victoriosas, una de sus muchas esposas le preparaba una bandeja con viandas selectas, que él hacía que la almacenasen antes de descabalgar.
Su técnica favorita era caer sobre el enemigo en tres alas, utilizando hasta 300.000 jinetes, todos montando corceles tártaros. Formaba como una tenaza en media luna, atacando los flancos. Así recorrió toda Europa, asolando los territorios a sangre y fuego, y practicando el pillaje.
En una oportunidad, Turismundo, rey visigodo, le cercó. Viéndose perdido, Atila hizo un círculo de carros y en el centro dispuso una pira con sillas de montar, arneses, etc., para ser él quemado allí: hasta tal punto llegaba su amor al mundo del caballo. Pero la fortuna quiso que los visigodos se retiraran, sin culminar su ataque.
En el siglo VIII se inventa el estribo, elemento básico para posteriores técnicas de caballería más perfeccionadas. Se repite el hecho de que las mejoras de la caballería no procedían de estrategas, sino de hombres que vivían y convivían a caballo. Sabían de lo que eran capaces sus corceles y los aprovechaban en las batallas.
A partir del siglo VIII se producen dos circunstancias esenciales para el progreso del caballo de guerra. Primero, el desarrollo de caballos fuertes, capaces de llevar las armaduras suya y de su amo, cada vez más "acorazado". Se sacrifica así la elegancia a favor del poderío y sentido práctico. El rey Juan, de Inglaterra, importó 100 sementales flamencos, que fueron la base zootécnica de los caballos de guerra y de labranza inglesa.
El segundo acontecimiento tuvo lugar en el Medio Oriente y Asia Menor. Fue la cría de caballos elipométricos, más ligeros, ágiles y veloces para los sultanes otomanos. Emperadores de la China, príncipes mongoles y grandes señores tártaros de la guerra. Esto ocurría en lugares con nombres tan mágicos por remotos como Samarcanda y Persépolis.
Lo que daba de sí cada uno de estos tipos de caballos se puso de manifiesto al enfrentarse Oriente y Occidente en aquellos encuentros que fueron las Cruzadas. Aunque los caballeros cristianos lograron triunfos parciales, globalmente vencieron los jinetes rápidos y con armas ligeras a los paladines anónimos "encuadernados en hierro", que tardaban una eternidad en adquirir ímpetu, pero que eran muy fáciles de rehuir con una adecuada movilidad. En verdad que no era nada airosa su actuación frente a la fantasmagórica caballería otomana.
Gengis Khan, responsable de más de 5 millones de muertos, inspiró en su época un irrefrenable terror. Su táctica consistía en enviar primero espías, que le remitían la información del campo enemigo con veloces mensajeros a caballo. Luego mandaba como batidores a unos 200 jinetes ligeros. Detrás iba el grueso de la caballería: 30.000 guerreros sobre excelentes caballos, cada uno con un corcel de repuesto. A continuación, las hordas con Gengis Khan en el centro, lo que hacía un total de cientos de miles de combatientes. Como Napoleón, tenía una guardia imperial personal constituida por 1.000 elegidos jinetes sobre caballos negros y con armaduras de cuero brillante.
Cuando el tiempo era malo, los cascos de los ponies, sin herrar, se envolvían con tiras de piel de yak para protegerlos. Si faltaba el alimento durante mucho tiempo, los guerreros estaban enseñados para sangrar parcialmente en el cuello a los caballos y beber su sangre.
Muchos ataques de la caballería se realizaban en silencio, sirviéndose de los movimientos de los estandartes como semáforos de señales. De noche, las órdenes se transmitían con linternas de colores.
Gengis Khan creó el correo mongol a caballo, que fue realmente el medio de comunicación más rápido del siglo XIII. Las estaciones establecidas cada 30 Km con 200-400 caballos cada una le permitían estar siempre bien informado..
Este caudillo murió en 1227. Para ocultarlo al enemigo, el cortejo fúnebre fue matando a cuantos encontraba camino del lugar secreto elegido para el entierro en el desierto de Gobi, y que permanece ignorado desde entonces. La leyenda cuenta que el fantasma de un caballo blanco galopa en las noches de luna llena hasta el lugar del enterramiento del Khan en la inmensidad del desierto.
Más de 100 años después de morir Gengis Khan surgió la figura, no menos taumatúrgica, de Tamerlán el Grande, rey de Asia Central. Estimaba que el mérito de un caballo procedía de su cría; por ello, pagaba grandes sumas por los caballos más fuertes y mejor entrenados. También actuaba enviando espias al campo enemigo, y, asimismo, disponía de guardia personal. Sus jinetes, en número superior a los 100.000, disponían de caballo de repuesto y su arma preferida era la cimitarra. Se ejercitaban para la guerra practicando la caza en movimientos envolventes.
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Laura
Es preferible un solo día de valor a mil años de temor.