Cuentos

Anna

Miembro veterano
24 Marzo 2003
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38
Barcelona
cineycaballos.blogspot.com
Bueno, os he pasado un par de cuentos.
El libro es <u>Historietas de animales</u>, y es del año 1946

El caballo y el hombre

En aquellos remotísimos tiempos en que el hombre no sabía construirse una vivienda, ni usaba otros trajes que las pieles de los animales que cazaba, el caballo vivía en plena libertad e iba de un prado a otro, como dueño absoluto, sin que nadie le estorbara en su tarea de seleccionar la hierba más fresca y sabrosa de ellos para alimentarse a su gusto.

Pero he aquí un buen día sale atrevidamente del bosque un ciervo y empieza a pasear por el prado, paciendo tranquilamente en él, como si fuera el amo de tan delicioso lugar.

Cuando el caballo vio invadido su propio dominio por aquel extraño animal que se atrevía a pastar la hierba que él creía exclusivamente suya, no se le ocurrió otro pensamiento para engarse del intruso que llegarse adonde vivía el hombre y pedirle su ayuda para expulsar del prado que creía suyo a aquel intruso.

Y el hombre le dijo:
-Tienes toda la razñon, caballo; el ciervo ha usurpado tus dominios y yo no tengo inconveniente en darle caza. Pero tenemos que hacer un trato: tú habrás de dejarte que yo te coloque el freno en la boca y permitirás además que monte sobre tu grupa. Sólo de esta manera podré prestarte ayuda y podremos entre los dos darle alcance ¿Te parece bien?
-Aceptado- contestó el caballo lleno de alegría al ver que de aquella manera podría castigar debidamente al ciervo.

El hombre le colocó entonces el freo, saltó sobre su grupa, y salió disparado con él, a todo galope, en busca del ciervo, al que lograron dar alcance y matarlo.


Una vez cazado el ciervo, el caballo le dio al hombre las gracias de la manera más expresiva, diciéndole:
-Te quedo altamente reconocido y ya sabes que siempre me tendrás a tu disposición para cualquier cosa en la que puedas necesitarme. Ahora me marcharé a mi prado libre; adiós.
-¡Un poco menos prisa, caballo! ¡No te vayas tan pronto, amiguito!- le respondi´el hombre-. Tú habrás de continuar conmigo. Ya verás cómo te trataré muy bien; te daré hierba abundante, de la mejor que haya en los prados y te dispondré una cama de hojas secas donde podrás descansar bien. Vayamos a mi casa y dejémonos de vagar por estos lugares.

El caballo se dio cuenta entonces de que había procedido estúpidamente, pues ahora tendría que renunciar a su libertad, y se arrepintió de haberse querido vengar del ciervo; pero ya era demasiado tarde para arrepentirse: se había convertido en un esclavo del hombre para siempre.


El caballo y el potro
La yegua, madre del potrito, había muerto, y el caballo, viejo ya, tenía que hacer las veces de ella y educar convenientemente al hijito, yendo constantemente a su lado y enseñándole todo lo que un animal de su edad debe conocer. Lo llevó a un hermoso prado donde crecían tantas flores y había tantas plantas además que daban una sombra deliciosa.

Todos los días iba allí el potrito, con su padre y se hartaba de trébol y de alfalfa, se revolcaba por la hierba florida, galopaba como quería, cuando sentía ganas de retozar; se bañaba en un riachuelo cuyas aguas eran de una transparencia cristalina y de una frescura encantadora, un riachuelo que atravesaba el prado como una cinta de plata, bordeado de arbustos verdeantes a cuya sombra se acogía en las horas de más calor. Una vida envidiable ¿verdad?
Sin embargo, el potrito no sabía hacerse cargo de aquella vida tan regalada ni estimar las bellezas de aquel lugar, y como no tenía trabajo alguno ni preocupación de ninguna clase, comenzó a aburrirse y a cansarse de tanta comodidad.

Hasta que un buen día fue en busca de su padre para decirle:
-Papá -le dijo-, hace ya bastante tiempo que siento que mi salud no va muy bien; tengo perdido el apetito; la hierba del prado me parece que es malsana e insípida, el agua del riachuelo está demasiado fría, y hasta el aire que respiro me parece demasiado sofocante; yo no puedo continuar por más tiempo en este sitio, y si no nos marchamos de aquí creo que no tardaré mucho en morirme.
-Hijo mío -le respondió el viejo caballo un poco conmovido-, si se trata de tu vida no habrá más remedio que marcharnos de aquí inmediatamente y buscar un sitio adecuado a las exigencias de tu salud; tú eres para mi antes que todas las cosas de este mundo y no quiero que caiga sobre mi la responsabilidad de tu muerte.

Y dicho y hecho, los dos abandonaron inmediatamente aquellos prados y aquellos parajes de maravilla; el potrito, encantado con la marcha, iba delante de su padre dando grandes saltos y haciendo graciosas corvetas; el caballo viejo, menos alegre que su hijito, marchaba con paso tranquilo y reposado, aunque guiando al pequeño por una montaña arriba bastante elevada y no menos rocosa.

Cuando llegó la noche, buscaron inútilmente por todas partes un poco de hierba para poder tomar su pienso acostumbrado; aquella montaña no producía absolutamente nada; entre aquellos pedruscos no crecía una brizna siquiera.
Cuando llegó el día siguiente, tanto el caballo viejo como el jovencito, empezaron a tener hambre, pero como continuaron sin encontrar hierba, tuvieron que contentarse con masticar las hojas de unas zarzas silvestres que puedieron encontrar después de una larga caminata.

El potrito empezó a perder su vivacidad, ya no saltaba ni corría por delante de su padre, ni hacía aquellas graciosas corvetas que eran su encanto cuando estaba en el prado que habían abandonado por su capricho, y cuando pasaron solo dos días, el pobre animal estaba casi incapacitado de poder caminar.

Al observar aquello el viejo caballo y darse cuenta de que ya estaba bien castigado el caprichosillo potro, siguió durante la noche por un camino distinto del que habían traído y que únicamente lo conocía él, y se llevó al potro al mismo prado de donde habían salido.

Apenas vio el potro aquella hierba tan lozana y florida se lanzó a ella con una avidez invencible.
-¡Ay, papá! ¡Este sí que es un lugar delicioso! ¡No hay otro que pueda semejársele! ¡Qué sabrosa y qué tierna hierba! ¡Jamás he llegado a probar una cosa tan delicada! ¡Vamos a quedarnos aquí para siempre y no nos moveremos más en toda nuestra vida! ¡No es posible que podamos encontrar un prado como éste!

Y mientras hablaba de esta manera, las primeras luces del día comenzaban a apuntar por el oriente; el potrito reconoció entonces el prado que había querido abandonar y su confusión fue verdaderamente extraordinaria.

El padre le dijo entonces con la mayor bondad:
-Hijo mío, he querido darte una lección. No se te olvide nunca que quien goza demasiado bienestar, quien tiene alcance de su mano todos los medios para ser feliz y dispone además de ellos a su antojo, suele con frecuencia sentirse disgustado, y únicamente cuando se ve obligado a cambiar de vida es cuando se da cuenta del bien que ha perdido. Sírvate, pues, de lección y no vuelvas a desear nada mejor que lo que tienes cuando nada te falta y vives en paz.


El caballo, la zorra y el lobo

La zorra, bastante joven todavía, vio un día, por primera vez, al caballo.
Y al ver aquel animal tan extraño, se fue corriendo a su compadre el lobo y le dijo:
-¡Venga corriendo, compadre! Acabo de ver en nuestro prado a un animal muy hermoso, muy grande y de formas esbeltas! ¡Vengo entusiasmada!
-¿Es más fuerte que nosotros? -le preguntó el lobo, un lobo jovencillo, poco astuto y bastante credulón-. Hazme su retrato.
-¿Su retrato? Eso es imposible, compadre, yo no soy pintora ni mucho menos ¡Quién sabe! ¡Tal vez se trata de una presa magnífica que la fortuna nos envía!

Se acercaron los dos adonde la zorra había dicho, y el caballo, que estaba pastando, poco interesado por ver tales amigos, estuvo a punto de escaparse a todo correr.

-Señor -le dijo la zorra saludándole-, estos humildes amigos suyos tendrían mucho gusto en saber como os llamáis.
El caballo, que era bastante inteligente, le respondió:
-Señores, si saben ustedes hacerlo, les ruego que lean mi nombre; pues mi zapatero se entretuvo en escribirlo en la suela de mis zapatos.

La zorra se excusó de su ignorancia.
-Mis padres -le explicó- no me han dado instrucción alguna: son muy pobres, pues únicamente poseen como únicos bienes un miserable agujero que les sirve de casa. En cambio, los del lobo son unos grandes señores que disponen de bastante capital y han podido mandar a su hijo a la escuela donde ha aprendido a leer y a escribir correctamente...


El lobo quiso rápidamente dar muestra de su saber, pero su vanidad le costó bastante cara: el caballo le sacudió una fuerte coz con sus cascos y lo mandó a bastante distancia y sin bastantes dientes menos.

El lobo quedó tendido en el suelo y sangrando por la boca.
-Hermano -le dijo la zorra-, siento mucho lo que le ha ocurrido, pero en cambio ese animal ha tenido la atención de escribirte en el hocico algo que tiene bastante interés: que no debe uno fiarse demasiado de la gente que no se conoce.
 
Gracias Anna! estan muy bien los tres, pero el del potrillo tiene mucho que decirnos....... ;)

<- Y aunque en el cielo hoy no hay estrellas, yo se muy bien que ahí están, y aunque mi vida hoy yo pierda mi alma nunca morirá ->
 
que cuentos más chulos! me han encantado

uN HoMBRe a CaBaLLo, uN LaZo DoBLe, DoS CoRaZoNeS, uN SóLo PeNSaMieNTo
 
Yo me los sabia,pero en la versión rimada:

EL CABALLO Y EL CIERVO

Perseguia un caballo vengativo
a un ciervo,que le hizo leve ofensa.
mas hallaba segura la defensa
en veloz carrera el fugitivo.

El vengador,perdida la esperanza
de alcanzarlo y lograr asi su intento,
al hombre le pidió su valimiento
para tomar del ofensor venganza.

Consiente el hombre,y el caballo airado
sale con su jinete a la campaña,
corre con decisión,sigue con maña,
y queda la fin del ofensor vengado.

Muestrase al bienhechor agradecido,
quiere marcharse libre de su peso;
mas desde entonces mismo quedó preso,
y eternamente al hombre sometido.

El caballo,que suelto y rozagante
en el frondoso bosque y prado ameno
su libertad gozaba tan de lleno,
padece sujeccion desde ese instante,

Oprimido del yugo ara la tierra.
pasa tal vez la vida mas amarga,
sufre la silla,freno,espuela,carga,
y aguanta los horrores de la guerra.

En fin,perdió la libertad amable
para vengar una ofensa solamente.
Tales frutos son que ciertamente
produce la venganza detestable.


EL BURRO COJO

u burro cojo vió que le seguia
un lobo cazador,y o pudiendo
huir de su enemigo le decia.

"Amigo lobo,yo me estoy muriendo.
Me acaban por instante los dolores
de este maldito pie de que cojeo.
si yo no me valiese de herradores,
no me veria asi como me veo..

Y pues fallezco,sé caritativo.
Arrancame con los dientes este clavo.
Muera yo sin dolor tan excesivo
y comeme despues de cabo a rabo"

"Oh-dijo el lobo con ironia
contando con la presa ya en la mano-
No solo sé la anatomia,
sino que soy perfecto cirujano.
El caso para mi,es patarata.
La operacion es cosa de un momento.
Alargue bien la pata
y no se me acobarde,buen jumento"

Con su estuche moral desenvainado
el nuevo profesor llega al doliente.
mas este le sacude de contado
una coz que lo deja sin un diente.

Escapa el cojo,y queda el herido
llorando amargamente su ventura.
"Infeliz de mí,bien merecido
el pago tengo de mi gran locura.
yo,siempre me llevé el mejor bocado
en mi oficio de lobo carnicero.
Si puedo vivir tan regalado,
a que meterme ahora a curandero?"

Hablemos en razón.No tiene juicio
quien deja el propio por ajeno oficio.

Felix Maria de Samaniego.


Un saludo.Gabino
 
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