Yo no soy ninguna experta, pero como sabéis soy muy meticulosa y antes de comprarme mi caballo leí todo lo leíble en materia de recomendaciones para la primera compra. Se supone que la segunda vez uno ya está más informado o experimentado (¿o debería decir escaldado?). Os hago un resumen de lo que leí:
A la hora de comprar un caballo, es muy importante saber qué clase de caballo queremos, y cuánto estamos dispuestos a pagar por él. Es evidente que todos queremos el mejor caballo del mundo, brioso y a la vez nobilísimo, que despierta la admiración de propios y extraños no sólo por su belleza sino por la elegancia de sus movimientos y por su impecable comportamiento dentro y fuera de la cuadra, tanto montado como a pie. Querríamos además que esté sanísimo y que sea muy resistente. Por desgracia, o quizá por suerte para nosotros, el caballo perfecto no existe. Sí existen caballos que se aproximan a este ideal, pero por lógica cuantas más buenas características reúnen mayor es su precio. Por lo tanto nuestra primera tarea sería hacer una lista de las características que deseamos en nuestro futuro caballo, y establecer un orden de prioridad a la hora de tener que renunciar a alguna de ellas. Puesto que el principal determinante va a ser el precio, es crucial que tengamos claro cuales de estas características son más valoradas en el mercado, y de cuales podemos prescindir.
No menos importante que saber lo que queremos es saber lo que realmente necesitamos. En este aspecto los determinantes son el nivel de monta del jinete/amazona, y la disciplina/actividad a la que queremos dedicarnos. En el primer caso, por ejemplo, es obvio que una persona que está aprendiendo a montar no sólo no necesita un caballo capaz de ganar un GII o que esté puesto en Gran Premio, sino que muy probablemente será absolutamente contraproducente. Igualmente desaconsejable para un principiante es un potro, o un caballo de cierta edad con mucho carácter o poco montado, o que ha adquirido mañas.
En el segundo caso, debemos conocer las características que requieren un caballo apropiado para la disciplina/actividad a la que queramos dedicarnos: Si queremos dedicarnos al salto no hay inconveniente en escoger un caballo con movimientos elegantes, o muy resistente, pero obviamente estas características deben pesar muchísimo menos en nuestra decisión que su capacidad/habilidad para el salto.
Determinar qué tipo de caballo queremos y necesitamos, y el presupuesto que tenemos, nos ayudará a sopesar convenientemente características como la edad del caballo, su nivel de adiestramiento y aptitudes, y quizá la raza o cruce deseado.
Aparte de estas, hay otras características a considerar a la hora de comprar un caballo. A continuación detallo los puntos que creo más relevantes:
La alzada: Idealmente debería adecuarse a la altura/peso del jinete. No obstante no representa un problema salvo en el caso de personas muy bajas o muy altas, que deben limitar más su búsqueda por lo que respecta a esta característica.
La edad: Es muy aconsejable, para niños y principiantes adultos, y para gente con poca experiencia en general, comprar un caballo a partir de doce años, y que esté bien domado. Los potros, incluso los más tranquilos, son inexpertos y sus reacciones ante situaciones nuevas pueden ser imprevisibles.
El sexo: Para principiantes se suelen aconsejar los caballos castrados, antes que un entero o una yegua, por su mayor fiabilidad. No obstante muchos enteros y yeguas son fácilmente manejables y no dan mayores problemas a sus jinetes/amazonas que los derivados de tener especial cuidado durante los celos. A tener en cuenta que los enteros, a diferencia de las yeguas, no podrán soltarse jamás en los prados con otros caballos.
La capa: A casi todos nos atraen más los caballos de una determinada capa. Sin embargo hay que tener en cuenta que el mercado se rige por modas que hacen que suba el precio de los caballos de ciertas capas. A la hora de escoger hay que valorar al caballo en su conjunto y comparar, para saber qué estamos pagando de más por su capa, y si estamos dispuestos a asumirlo.
Una vez tenemos formada una idea de nuestro futuro caballo, hay que encontrarlo. Podemos comprarlo a un particular o a un tratante, pero siempre debemos exigir tener el caballo a prueba durante un tiempo. Si es posible en nuestra casa/hípica, o al menos durante un cierto número de veces en la casa/hípica del vendedor. En el segundo caso recomendaría que al menos algunas de estas visitas se hicieran sin avisar. Idealmente deberíamos probar al caballo en todas las situaciones posibles: su comportamiento pie a tierra, del ramal, dando cuerda, montado en pista y por el campo, sólo o con otros caballos. Si lo queremos para una disciplina determinada (salto, doma, raid, etc) deberíamos probarlo con ejercicios específicos. A ser posible, en todos los casos, se debería buscar la opinión desinteresada de una persona con experiencia en caballos.
Una vez escogido el caballo, es muy importante informarnos de su estado de salud.. No he dejado este tema para el final porque no tenga importancia, sino precisamente porque dada su magnitud se presupone que vamos a buscar un caballo sano. Pero no sólo es indispensable que el caballo esté sano, sino también que sea apto físicamente para el trabajo al que queremos dedicarlo.
Probablemente ningún vendedor del mundo nos informará si un caballo ha tenido o tiene problemas de salud si no se lo preguntamos directamente. Y aún así pocos lo admitirán. Muchos compradores son reacios a gastarse el dinero de un examen veterinario pre-compra, sobre todo si el valor de el caballo no es mucho. Pero considero que este es absolutamente imprescindible para evitarnos futuros disgustos y gastos veterinarios imprevistos que pueden superar con creces el importe del examen pre-compra. También es muy recomendable el examen por parte de un herrador de confianza que pueda alertarnos de posibles problemas en los pies.
Una vez escogido el caballo, es también muy recomendable formalizar los términos de la compraventa en un contrato entre particulares, para evitar malinterpretaciones y conflictos que puedan surgir más tarde..
Es evidente, y creo que queda patente con todo lo escrito, que la mejor elección de un caballo se hace con la cabeza y no con el corazón. Pero, y lo digo por propia experiencia, el caballo que escojamos nos debe de gustar al menos un poco. Todos los caballos tienen sus pequeños defectillos/inconvenientes, y siempre nos será más fácil abordarlos y superarlos con un caballo que nos guste que con uno que sea el más adecuado pero que nos deje fríos.
Sólo me queda desearos ¡muchísima suerte!
Saludos,
Casey